En el predio del ferrocarril, en Padre Alejandro Stefenelli, Gral Roca, son descargadas y embolsadas diariamente grandes toneladas de arena de sílice, que tienen como destino final la extracción de hidrocarburos con técnicas no convencionales (fracking). “La nociva técnica aplicada en la formación Vaca Muerta es altamente dependiente de las arenas. Se calcula que cada fractura requiere cerca de 1500 toneladas (equivalente a 50 caminos por cada pozo), por lo que YPF necesitaría de 40 millones de toneladas de arena de sílice para el desarrollo de Vaca Muerta durante los próximos 10 años”, manifiesta Fernando Cabrera del Observatorio Petrolero Sur.
La advertencia que se viene haciendo sobre éstas arenas desde organizaciones socioambientales, a partir de la experiencia de EE. UU., esta relacionada a los riesgos a la salud. El tamaño de las partículas, que es 2.5 micrones (más chiquitas que un pelo), la hace muy volátil y es fácilmente arrastrada por el viento, ingresando al organismo por vía respiratoria, lo que provoca distintos trastornos, entre los mas nocivos se encuentra la silicosis y el cáncer.
Eso está estudiado y es reconocido por las empresas petroleras, pero como un problema de índole laboral, que ocurre en cualquier planta que maneje este tipo de particulado. La solución que le dan es mojar la arena para que las partículas no vuelen, y proveer a los operarios de mascarillas, como medida de seguridad mínima. Pero ¿qué sucede con los vecinos de Stefenelli que viven alrededor de la planta y que ni siquiera han sido advertidos de éste peligro?
Los antecedentes y estudios científicos que provienen de Norteamérica son taxativos en cuanto a la peligrosidad de las arenas de sílice, en términos de salud en torno a quienes residen en las inmediaciones de los lugares donde se alojan estas arenas (Compendio de Hallazgos Científicos, Médicos y de Medios de Comunicación que Demuestran los Riesgos y Daños del Fracking).
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