La socióloga allense Maristella Svampa analiza en su libro “Chacra 51” en primera persona, y de lo familiar a lo global, los efectos de la producción hidrocarburífera no convencional en la región. Desde Buenos Aires, contestó preguntas de “Debates”.
R- “Chacra 51. Regreso a la Patagonia en los tiempos del fracking” es un libro de “no-ficción” que va de lo familiar a lo local y regional, de lo nacional a lo global. Aunque tengo bastante escrito sobre el fracking, para articular todas esas dimensiones en clave literaria, política y sociológica, tuve que salir de mi “zona de confort” y contarlo en primera persona.
El tono vivencial que recorre al libro volvió a sumergirme en mi historia familiar y en mis raíces patagónicas. Sentí la necesidad de hacerlo, porque además del fracking había cuentas no saldadas, duelos que elaborar, historias familiares por cerrar, que involucraban mi vínculo con el mundo de la chacra, con mi primer espacio de socialización.
Yo me fui hace décadas del Valle, de la Patagonia, aunque siempre volví desde la literatura –tengo tres novelas publicadas que se sitúan en la Patagonia–. Pero todo lo que cuento en este libro es real, verídico. Tampoco es un libro sobre el fracking en primera persona. Más bien, es la Patagonia valletana la que aparece en primera persona. La historia de los primeros colonos, inmigrantes europeos que llegaron al Valle buscando tierra y se encontraron con que ésta ya tenía dueños; la tensión con los excluidos de siempre, la población de origen mapuche; está la historia de Allen, la niña bonita de la benemérita oligarquía criolla, fundada por Patricio Piñeiro Sorondo, historia en la que buceé de la mano de una amiga e historiadora del lugar, Graciela Vega, buscando algunas de las claves del presente.
P- En el libro enfatizás en la transformación de chacareros a “superficiarios”. ¿Qué consecuencias sociales y culturales trae esto?
R- Marca el ocaso de un territorio con historia casi centenaria, detrás del cual desaparece no sólo un sujeto social, sino también un estilo de vida, un tejido social y cultural, simbólico y afectivo, además de los usos económicos o productivos de la tierra. En la avanzada hidrocarburífera, las tierras y el territorio van adquiriendo otro significado.
Los superficiarios “viven en la corteza”, en la superficie, para retomar la frase de la colega Mirta Antonelli, pero el nudo de la cuestión no es tanto que éstos no sean propietarios del subsuelo, sino que perdieron la capacidad de controlar las transformaciones del territorio. El devenir superficiario condena al chacarero a la desapropiación de la tierra, a aceptar las transformaciones que impone el capital extractivo, de la mano del desmonte, las torres de extracción, las plataformas multipozos, gasoductos, los enormes camiones entre las plantaciones.
P- ¿Cuáles son a tu juicio las promesas “eldoradistas” más perjudiciales para promover el fracking en Neuquén y Allen, particularmente?
R- Se supone que Vaca Muerta es el mascarón de proa del fracking, la promesa de convertir a la Argentina en una “potencia energética”, una nueva “Arabia Saudita”. En realidad, no es solamente una cuestión de daño ambiental e impacto en la salud de las poblaciones. Hoy estamos pagando para que las empresas transnacionales se queden en Vaca Muerta.
El fracking va habilitando una serie de interminables excepciones: no cierra sin beneficios impositivos, sin subsidios millonarios que empobrecen aún más a los argentinos, sin flexibilización laboral que atenta contra los derechos de los trabajadores, sin represión de la protesta, que judicializa a las comunidades mapuches y busca expulsarlas de los territorios en disputa.
Allen, que es la popa de ese barco fantasma que nadie quiere ver, es la expresión más clara y dolorosa del establecimiento de una “zona de sacrificio”, en un territorio en el cual tampoco hay “derrame económico”. Incluso la empresa Mirasal, que se jactaba de dar trabajo local, dejó un tendal de deudas con la AFIP y con sus proveedores. Más bien, el “derrame” que hay tiene que ver con los cada vez más frecuentes accidentes de YPF en zona de chacras.
P- ¿A qué atribuís la desmovilización paulatina de los chacareros en los últimos años sobre este tema?
R- No hay una explicación monocausal, sino un conjunto de razones. Una de ellas es que la acción reivindicativa de los chacareros está muy ligada al pedido de subsidios al Estado frente a la crisis del sector. Son Estado-dependientes.
Es cierto que ellos son el “eslabón más débil” de la cadena productiva frutícola, pero sus reivindicaciones siguen siendo muy corporativas, casi siempre relativas al precio de la fruta. Y aunque al principio estaban muy molestos por la avanzada del fracking, con el correr de los años la tendencia fue el desacople entre las dos problemáticas. Como si colocar límites al fracking quedara fuera de su agenda de reivindicaciones, lo cual resulta funcional a su expansión. Los representantes de la Cámara de Fruticultores local salen a hablar sólo cuando hay un derrame y les ponen un micrófono delante.
P- A diferencia del gobierno y las empresas, sostenés que fracking y fruticultura no son compatibles. ¿Por qué creés que no existe fracking seguro?
R- No es que “yo creo” que no existe el fracking seguro. Lo dice amplia la bibliografía sobre el tema. El Compendio de hallazgos científicos, médicos y de medios de comunicación, publicado en el 2014 por el Concerned Healt Proffessionals of New York, que cualquiera puede leer en internet, advierte con datos concretos sobre la contaminación del agua y la atmósfera, la lubricación de fallas sísmicas, los escapes radioactivos, la filtración del gas y de los fluidos, entre otros riesgos y daños.
No por casualidad está prohibido en muchos países. Pero acá no hay discusión alguna, sólo descalificaciones y mentiras por parte de un gobierno irresponsable, como el de Weretilneck, que todavía sigue negando que se haga fracking en Allen. Que además pone al lobo a cuidar a las ovejas: muchos denunciamos a la actual secretaria de Ambiente, Dina Migani, por conflicto de intereses, ya que su familia es dueña de una empresa de servicios al petróleo.
Por otro lado, el fracking conlleva un aumento de los accidentes. No por casualidad se incluye a los no convencionales dentro de las llamadas “energías extremas”, dada la multiplicación de riesgos, no sólo ambientales y socio-sanitarios, sino también laborales. En Estados Unidos, sólo entre 2007 y 2012 murieron 664 trabajadores en campos de petróleo y gas no convencional.
Como señala el Observatorio Petrolero Sur, a los derrames y explosiones en Allen y en Loma Campana hay que sumar los accidentes laborales, que también se dispararon. Tampoco hay que olvidar que la explotación de hidrocarburos no convencionales se halla en expansión, y compite por el mismo territorio con la fruticultura, que ahora está en franco retroceso. Según datos del Senasa, entre 2009 y 2014 se perdieron en Allen 409 hectáreas, o sea el 6,3%. Otros informes consignan que el retroceso es mayor.
P- Señalás que la explotación petrolera y gasífera no convencional podría ser “el tiro del final para la crisis de la fruticultura”. ¿Por qué?
R- La crisis del mundo chacarero es anterior al fracking. Pero no hay que confundir la crisis de una determinada forma de fruticultura con la crisis de la fruticultura, como dice la socióloga Maria Belen Alvaro. Existen otros recorridos posibles, orientados al sostenimiento de unidades de producción familiar para la producción alimentaria regional, como ocurre en otros países. El problema es que en nuestro país la política pública ha sido y es errática, fragmentaria, parcial, de corto plazo, dando por sentado que quienes tienen la voz de mando son siempre los grandes jugadores del mercado y no el Estado.
Otra cuestión importante es que en el Valle se redujo la utilización de agroquímicos y aumentó la producción orgánica. Hoy el 11% de la producción es orgánica, lo que equivale al 23% de las exportaciones, según el Senasa.
Lo paradójico es que cuando el Alto Valle parecía encaminarse hacia una recuperación llega la segunda avanzada petrolera, que trae las energías extremas. Y aquí sí estamos ante el verdadero tiro del final. Porque detrás del fracking no hay posibilidad de recuperación del territorio. Lo que queda es el páramo. Su expansión afecta la matriz productiva tradicional y el conjunto de los actores sociales y económicos involucrados, así como también a la localidad, su estilo de vida, su configuración social y urbana, con sus inevitables impactos ambientales y socio-sanitarios. Y no es sólo Allen, también Fernández Oro y otras localidades se verán afectadas.
P- ¿Cómo se plantean alternativas a los hidrocarburos no convencionales cuando desde los gobiernos provinciales y nacional se los plantea como factores excluyentes para el desarrollo del país?
R- Hay una mirada economicista y productivista del desarrollo, afianzada en la idea del crecimiento exponencial o indefinido, como si el planeta y los bienes naturales fueran infinitos. Ningún país periférico y dependiente se ha “desarrollado” explotando sus recursos naturales. No se puede ignorar que el fracking exacerba también la crisis socioecológica que hoy vive el planeta, a raíz de la quema de combustibles fósiles.
P- ¿Qué lectura hacés de los últimos derrames ocurridos en Allen?
R- Ojalá Allen despierte, pero la verdad sigo siendo escéptica. Son muchos ya los accidentes: están contados en el libro. En el último mes hubo dos accidentes en un mismo pozo, cerca de la chacra de mi padre, cerca de la EFO, e YPF intentó ocultarlo y minimizarlo. En Allen explotaron las redes sociales, llovieron los mensajes de indignación. Pero después la gente no propuso organizarse ni apareció en la movilización convocada por el tema. Lo único que hicieron algunos es apersonarse en el Concejo Deliberante, que de todos modos no sesionó y descartó declarar la emergencia ambiental. Ese mismo órgano aprobó hace unas semanas 93 pozos más en el ejido municipal.
Desde el Municipio y la Provincia deben estar festejando este vaivén entre la catarsis virtual y la apatía organizacional. Mi impresión es que aunque en Allen todos sospechan que la coexistencia entre la fruticultura y el fracking es una gran mentira, todavía no hay conciencia del daño moral. Después de todo, los más afectados hasta ahora son los pobres, los invisibles, los que habitan las zonas rurales de las chacras.
Maristella Svampa acaba de ser mencionada como una de las intelectuales “más influyentes de Iberoamérica” por la revista especializada “Esglobal”, junto a intelectuales como Humberto Maturana, Manfred Max-Neff, Delia Ferreira o personalidades como el papa Francisco.
La publicación destaca sus aportes “en el estudio de los conflictos socioambientales y las resistencias al neoextractivismo, la megaminería a cielo abierto o el agronegocio sojero. Es un referente en el debate sobre modelos de desarrollo y extractivismo en América Latina”.
Svampa nació y vivió su niñez y adolescencia en Allen, entre las chacras de su abuelo y su padre, las bardas y el río. Viajó a Córdoba para licenciarse en Filosofía y luego a Francia para doctorarse en Sociología en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales (Ehess) de París.
Sus primeros trabajos se relacionaron con los procesos de exclusión social tras la crisis del 2001. Es investigadora principal del Conicet y profesora titular de la Universidad Nacional de La Plata. Entre sus libros destacan “Entre la ruta y el barrio” (2012), “Los que ganaron. La vida en los countries” (2012), “Minería transnacional, narrativas del desarrollo y resistencias sociales” (2014) y “Maldesarrollo” (2016), además de varias obras de ficción. Ha recibido en tres ocasiones el premio Kónex.