Segunda parte de la Entrevista a Víctor Bronstein, director del Centro de Estudios de Energía, Política y Sociedad (CEEPYS)
Por OPSur-. En esta segunda y última entrega del extenso diálogo que OPSur mantuvo con Víctor Bronstein, –profesor e investigador de la UBA- abordamos la problemática del autoabastecimiento de hidrocarburos y la necesidad de contar con acuerdos regionales que garanticen la “seguridad energética”, las cada vez más importantes dificultades que se experimentarán para incrementar la oferta de petróleo y gas, y la posible vuelta a una vida más comunitaria a raíz de la disminución del consumo de energía.
En un artículo publicado en Página/12 proponías distinguir a la energía entendida “como un todo” -lo que denominabas “seguridad energética”- del autoabastecimiento o no del petróleo. ¿En qué consiste la diferencia?
Argentina, en cierto sentido, fue la cuna de lo que se llamó el “nacionalismo petrolero”. Fue importante desde el punto de vista político, hay que entender en qué contexto se daba, y la historia argentina a nivel energético estuvo signada –fundamentalmente después de la década de 1940- por el tema del autoabastecimiento petrolero.
¿Por qué? El problema de Argentina con el petróleo tiene que ver con que, como habrán escuchado, Argentina no es un país petrolero, sino que es un país “con petróleo”, lo cual es cierto. El Golfo de San Jorge no es el Golfo de México, la productividad es muy baja. ¿Qué implicancias tiene esto? Se requiere mucha inversión para la explotación.
YPF, durante su trayectoria, hizo una gran campaña exploratoria, y fue acumulando reservas del petróleo más o menos fáciles de encontrar. Pero lo que YPF nunca tuvo fue capacidad de inversión para explotar esas reservas. Entonces, se dio una discusión en la década de 1950, primero a raíz de los contratos que quiso firmar [Juan Domingo] Perón con la Standard Oil de California, luego con [Arturo] Frondizi en 1958. ¿Cuál era la discusión? Que YPF descubría el petróleo, pero descubrir es una parte, el petróleo debe “desarrollarse”, en un yacimiento hay que hacer mucha inversión, e YPF, o el Estado argentino, no la tenían. ¿De dónde podía salir? Hubo una discusión en la que influyó el nacionalismo petrolero a ultranza, a los que Perón llamaba “nacionalistas de opereta”. En su libro escrito en el exilio, “La fuerza es el derecho de las bestias”, critica la oposición que tuvo por el contrato con la Standard Oil de California, que si se estudia bien, no establecía condiciones desfavorables. Esto llevó a discrepancias dentro del propio peronismo, como la discusión con John William Cooke.
Perón tuvo una visión estratégica de la energía, se preocupó por la misma en un sentido amplio, no sólo por el petróleo. Él crea –algo que después resultó un pastiche burocrático que no sirvió para nada, pero como concepto sí estuvo bien- la Dirección Nacional de Energía. En el primer Plan Quinquenal se establece la Dirección Nacional de Energía, de la cual dependían YPF, Agua y Energía –que también la crea Perón, porque antes existía una Dirección de Aguas que no aprovechaba la posibilidad de obtener energía hidroeléctrica-, Yacimientos Carboníferos Fiscales, Gas del Estado. Es decir, va creando empresas y forma una Dirección Nacional de Energía. Después tuvo un funcionamiento burocrático que no resultó, pero la idea era que la problemática residía en la energía como un todo, no sólo en el petróleo.
Respecto de la soberanía sobre el recurso, cuando se desarrolla la Revolución Industrial entre fines del siglo XVIII y principios del siglo XIX, el combustible fundamental era el carbón, y el mismo se encontraba fundamentalmente en Inglaterra, Estados Unidos, y en menor medida en Francia y Alemania. Los países que emprendieron la industrialización tenían su combustible. Pero cuando se descubre el petróleo, el único país industrial con reservas era EE.UU. A fines del siglo XIX, más del 90% de la producción corría por cuenta de EE.UU.; no era monopólico porque Rusia comenzó a producir algo, pero únicamente el 8% a nivel mundial. Esta situación alentó el surgimiento de una “diplomacia petrolera”. Por ejemplo, Inglaterra decidió buscar petróleo en las colonias del Imperio Británico y los países de Medio Oriente, firmando contratos de concesiones que, por el porcentaje de regalías que establecían, eran sumamente lesivos de la soberanía.
A diferencia de los países árabes, en los que el “nacionalismo petrolero” surge recién en la década de 1950, Argentina tuvo a partir de [Enrique] Mosconi una temprana actitud de defensa del petróleo, que sirvió para generar YPF cuando había una puja con la Standard Oil. A partir de ahí, gran parte de la discusión del tema energético se sustentó en la cuestión de si el país se autoabastece o no.
Ahora el problema no es estrictamente de nacionalismo. Yo digo que hay que salir de esa discusión, lo más preocupante no es la pérdida de reservas. Si pensamos en los países a los que les va muy bien económicamente, como Japón. ¿Cuánto tiene de energía? Nada, produce un poco en centrales atómicas, pero no tiene petróleo. Corea importa el 97% de la energía que consume, y no le va mal.
El tema es la “seguridad energética”. Y en este punto no estoy de acuerdo con que la misma se consigue a partir de mercados abiertos, como planteaba el proyecto iniciado por [Bill] Clinton y continuado por [George W.] Bush, de la integración energética hemisférica. Abrir el mercado, desregular y privatizar. Con eso se dejaba que el mercado “autorregulara”, y la energía se comprara en el “supermercado” como quien compra la yerba o el café. Eso es válido si la cantidad de energía fuese infinita. Cuando existen restricciones, empieza a tallar la dimensión política.
Latinoamérica, al contar con dos centros con capacidad exportadora como Venezuela y Bolivia, puede autoabastecerse. Entonces, deben hacerse acuerdos regionales con los que se garantice el abastecimiento de energía. No digo que no haya que explorar acá, pero no es lo único. Cuando [Roberto] Lavagna critica la cercanía del gobierno con [Hugo] Chávez, habla como economista, porque cuando Venezuela tenga que elegir a quién venderle petróleo, si no tiene para todos, es importante tener acuerdos de cooperación que la obliguen a elegirte a vos, y que no destine los saldos exportables a EE.UU. o a cualquier otro país.
El concepto de seguridad energética es el paraguas bajo el cual debe discutirse cómo se va a encarar el cambio de matriz energética. No la discusión sobre si dentro de cinco años vamos a tener que importar petróleo o no. Que no es que no haya que darla, pero es parcial.
Mencionabas recién el tema de las potencialidades energéticas de América del Sur, con dos polos como Bolivia y Venezuela, y el tema de la integración. ¿Qué pasos se han dado en pos de esa integración energética? ¿Cómo los evaluás?
No se ha avanzado mucho, es muy difícil ir más rápido que el proceso de integración política, y seguramente, la integración energética va a ser más lenta que la integración política.
Si bien uno ve en estos momentos la existencia de una unidad regional, hay intereses que no son todos los mismos. Brasil juega un rol importante, y a la “brasileña”, digamos. Tiene un discurso de integración, pero cuando Chávez planteó el Gasoducto del Sur, Brasil dijo “háganlo, pero por acá no pasa”. Y si no pasa por Brasil, no pasa por ningún lado. Entonces no es tan sencillo, porque una de las consecuencias de la integración energética es que genera interdependencia. Es notable en el caso de Alemania, no puede pelearse mucho con Rusia porque depende del gas que importa desde ahí. Otro ejemplo: aún en los momentos más álgidos del conflicto por [la pastera] Botnia, Argentina nunca le cortó el suministro energético a Uruguay, nunca lo puso ese tema en la mesa de negociación, y Uruguay depende energéticamente de Argentina.
De los procesos de integración energética depende el “alimento” del otro país. Con el dominio de la energía, conceptualmente, se domina a las naciones. Entonces la preocupación debe ponerse en la seguridad energética, y diseñar políticas que atiendan ese tema, que van desde cuestiones de inversión en desarrollo tecnológico, de exploración en búsqueda de nuevas reservas, pero también acuerdos políticos que te garanticen el acceso a la energía.
¿Cuál es el desafío que enfrenta la extracción de hidrocarburos?
Hay un punto que nosotros trabajamos en el CEEPYS, que es el peak oil [cénit del petróleo]. Es un tema fundamental, porque el problema -del que no se habla mucho- es cuál es la capacidad máxima de producción que se tiene en un determinado momento por día.
Ese es el concepto del peak oil, no es un problema de cuántas reservas se tienen, sino a qué velocidad se pueden extraer, cuál es la capacidad de producción a nivel mundial. Cuando se habla -esto tiene que ver con el accidente de BP- de “petróleo no convencional”, de las arenas bituminosas de Canadá o el petróleo pesado de Venezuela, el sistema de extracción de esos hidrocarburos es mucho más lento, más complejo, tiene mucho más impacto ambiental, costo energético, etc. Se puede tener un montón de petróleo no convencional, pero su velocidad de extracción es mucho menor, y ese es el tema, la velocidad de extracción.
En 2008, más allá de la especulación financiera que hubo sobre el petróleo, una de las razones de esa especulación, que no era gratuita, consistía en que el mundo estaba en un punto en que la diferencia entre la oferta y la demanda era menos de un millón de barriles diarios. Para que el precio de petróleo esté más o menos estabilizado tiene que haber dos millones de barriles de capacidad de oferta sobre la demanda. El mundo estaba consumiendo en ese momento casi 87 millones, y la capacidad de producción estaba en 88, 88 millones y medio. Y eso el mercado sí lo detecta: el mundo estaba creciendo, y las inversiones para aumentar la capacidad de producción llevan años. Brasil descubrió el Presal, pero hasta dentro de 10 años no va a producir, con suerte. Tecnológicamente todavía tiene que resolver algunas cuestiones, y no es que le va a resultar fácil. Seguramente se va a conseguir la solución tecnológica, pero va a llevar tiempo, no es que se la “tiene a la mano”.
A diferencia de las crisis financieras, que tienen un componente “virtual”, la crisis energética es absolutamente real y concreta, si el mundo tiene menor capacidad energética que la que se necesita producir, empieza a colapsar.
El tema del peak oil salió a la luz públicamente en un artículo que se escribe en 1998, en Scientific American, que se llamó “El fin del petróleo barato”, que lo escribieron dos geólogos, Collin Campbell y Jean Laherrère.
Lo más irónico es que cuando escribieron ese artículo el precio del petróleo estaba bajísimo…
Claro, se encontraba en torno a los US$10 o US$15. Ellos calculan que ya estamos en el peak oil, o faltan un par de años. Supuestamente se llega al mismo cuando se han consumido la mitad de las reservas. Si tenemos 2 billones de barriles, como sostienen los geólogos, se llega al peak oil cuando se consume 1 billón. Supuestamente, la humanidad se encuentra en este punto. Hay quienes sostienen que las reservas son de 3 billones de barriles, con lo cual el peak oil se corre un poco, 20 o 30 años. Para nosotros es mucho, pero para la humanidad no es nada.
Te da 30 años en los que se pueden lograr avances tecnológicos, pero hay que ver si se consiguen efectivamente. Por ejemplo, se puede comparar con otros proyectos de magnitud, como el Manhattan y el Apollo. En el primer caso, desde que se pensó teóricamente la posibilidad de construir una bomba atómica, a principios de la década de 1930, hasta su concreción efectiva, con los bombardeos sobre Hiroshima y Nagasaki, pasaron 12 años. En cuanto al otro, la NASA se crea en 1958. En 1960, se pone en marcha el proyecto, en el marco de la carrera espacial con la URSS, con el propósito de enviar un hombre a la Luna. Se llega recién en 1969, habiendo pasado 9 años.
Otros proyectos, como el de la “fusión nuclear” [diferente de lo que se practica ahora, que se denomina “fisión nuclear”], no han avanzado casi desde la década de 1960. Es decir, no todo lo que se postula teóricamente tiene por qué funcionar.
Al principio hablábamos de la existencia de un mundo con recursos limitados, que debe soportar un modelo de desarrollo que postula la posibilidad de un crecimiento infinito ¿Hacia dónde creés que estamos yendo?
En este caso yo manejo dos variables: información y energía. Existen dos conceptos, que tomo de la Sociología, que son los de “comunidad” y “sociedad”. El concepto de comunidad, es el concepto de las relaciones “cálidas”, la vida como se daba en las pequeñas comunidades en la Edad Media; en la sociedad las relaciones son “frías”, donde impera la norma, la ley moral, el mercado, todo lo que surge con la Revolución Industrial.
A partir de la combinación de estas variables, se puede pensar en la existencia de cuatro estadios:
-Comunidad pre-industrial: que es la etapa previa al gran quiebre que representó la Revolución Industrial. Acá tenemos un bajo consumo de información, y bajo consumo de energía;
-Sociedad industrial: en este caso se produce un alto consumo energético -que permite la mecanización de la producción-, y un todavía bajo consumo de información;
-Sociedad postindustrial [estado actual]: estamos en una situación de alto consumo energético y alto consumo de información, que es, precisamente, lo que nos permite controlar este alto consumo energético, y la cantidad de “movimiento” y el “caos” que se deriva de él. Con respecto al estadio anterior, hubo un gran desarrollo de la cibernética, las ciencias de la comunicación, lo que comúnmente se denomina TICs [Tecnologías de la Información y la Comunicación];
-Comunidad postindustrial: que es lo que veo como horizonte. Vamos a volver a bajar el consumo energético, pero manteniendo un alto consumo de información. Regresaremos a cierta forma de vida comunitaria, se van a terminar las grandes ciudades, etc. ¿Qué régimen económico estará a la base, la estructura de todo esto? No lo sé, pero sí seguramente haya más producción y consumo local, porque si no se dispone de suficiente energía, inevitablemente hay que ir en esa dirección.