Reproducimos la ponencia de John Saxe-Fernández en el Seminario Internacional “Nuestra América y Estados Unidos, desafíos del siglo XX” realizado en la ciudad de Quito (Ecuador) los días 30 y 31 de enero del presente año, organizado por el Centro Internacional de Información Estratégica y Prospectiva (CIIEP), Institito de Estudios Americanos (ASINS) y PIA.
Euforia del “gas shale” y el “techo del petróleo”
En lo que es ejemplo típico de la euforia en torrente por los fósiles “no-convencionales”[2] que caracteriza en tiempos recientes a la prensa estadounidense, en que destacan el Financial Times (FT), Washington Post, Forbes, entre otros, apareció un artículo con subtítulos que claman que “ya existe la tecnología para extraer las reservas” (de gas y petróleo no convencional -“shale”) que permite una revolución energética en Estados Unidos de América (EUA). Con esas reservas, proclama el autor, se recuperará la economía y el empleo del colapso de 2008, se propiciará una revolución que establecerá un “puente dorado” para la transición hacia otro patrón energético, se fortalecerá la “seguridad nacional” y militar, y EUA recuperará la “independencia energética”.[3]
Por lo que se refiere a la tecnología[4] utilizada en la producción de petróleo o gas “no convencional” (shale) sus promotores sólo la identifican como “fracturación hidráulica”, “hidrofractura” o “fracking”, pero no detallan sus características: como cuál es el consumo de energía para producir un barril de petróleo -o su equivalente en unidades térmicas británicas si se trata de gas-, ni se habla de los impactos y costos sobre el entorno inmediato, la salud de la población, fauna y flora o el medio ambiente global. Tampoco se menciona que cada pozo de fractura hidráulica (frack) requiere de entre 20 a 30 millones de litros de agua enlazada con unas cuatro toneladas con cientos de sustancias químicas, muchas de ellas altamente tóxicas, mutagénicas y cancirogénicas. Esa “mezcla” que se inyecta a muy alta presión contra fracturas naturales de la roca, es un “secreto corporativo” legalizado en EUA bajo auspicio del entonces vicepresidente R. Cheney durante el gobierno de Bush II (2001-2008) por lo que se la conoce como “The Halliburton Loophole” (“rendija legal”). Antes de arribar a la vicepresidencia de EUA Cheney fue Secretario de Defensa de Bush padre y luego gerente general de Halliburton (HAL) la principal empresa de servicios petroleros del mundo. Con Schlumberger (SLB), Hughes & Baker y Weatherford, HAL encabeza ese importante nicho y es el mayor consumidor de herramientas y equipo para el “fracking” en EUA. Hasta el momento y por su extenso uso en ese país, se han identificado cerca de 519 sustancias de la tóxica “mezcla fracking”. Cada firma elabora su propia y secreta fórmula que se inyecta hacia el subsuelo entre mil quinientos o más metros hasta llegar a la roca madre y de ahí, usando la perforación horizontal, se dispersa otros mil quinientos metros o más, serpenteando en todas direcciones. Parte de la tóxica agua retorna a la superficie luego de recoger otros elementos depositados por la naturaleza a lo largo de millones de años: metales pesados y sustancias radiactivas como radón, radio o uranio. El resultado sobre la salud humana, animal y vegetal y el medio ambiente es semejante al de la minería a cielo abierto. Otra porción del fluido contamina los acuíferos. Cuando el agua de reflujo no se puede almacenar en la superficie, se envía en cientos de pipas “a plantas depuradoras de la zona que no suelen estar preparadas para ese tipo de contaminaciones.”[5]
En lo que concierne a los antecedentes geopolíticos del fenómeno, téngase presente que la anhelada “independencia energética” se refiere a la “dependencia estratégica”,[6] porque EUA de gran productor y exportador de petróleo al inicio del Siglo XX pasó a la categoría de “importador neto” de petróleo y llegó a su “peak oil” (techo de producción) a principios de los 1970. Por lo que en sus evaluaciones estratégicas que se actualizan periodicamente, son esenciales las “incertidumbres y aconteceres político-militares” del Oriente Medio (OM), sede del 60 por ciento de las reservas mundiales de petróleo convencional, así como la incidencia de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), que incluye además de los principales productores del OM, a Ecuador y Venezuela, con una reserva de petróleo convencional y no convencional considerada de dimensiones semejantes, si no es que mayor, a la de Arabia Saudita . La OPEP es una coalición que impacta día a día el mercado mundial de crudo. Por el control de sus integrantes sobre las grandes reservas mundiales de crudo convencional, las “siete hermanas” vieron fragilizar su “integración vertical”, es decir, las actividades que van desde el pozo hasta los encadenamientos petroquímicos y la comercialización de los productos: un asunto esencial para el éxito comercial de las grandes petroleras.
La “independencia energética” fue una bandera enarbolada desde los años setenta del siglo XX por el aparato de “seguridad nacional” de EUA, junto a las grandes petroleras (big oil) de entonces, conocidas como “las siete hermanas”, muchas de ellas hoy fusionadas, Standard Oil (ahora Exxon-Móbil o -XOM-), Shell, British Petroleum (BP), Chevron-Texaco, Conoco-Phillips, etc.
Los hallazgos petroleros en México y Canadá (en tierra azteca se descubrió el yacimiento super-gigante “Cantarell”, el tercero más grande del mundo) coincidieron con el arribo de la reserva de petróleo convencional de EUA al techo de producción (peak oil) en 1970, como lo anticipó el geólogo Marion King Hubbert.[7] En 1956 Hubbert predijo, en medio del rechazo generalizado dentro y fuera de la industrial del gas y del petróleo, que la producción petrolera de EUA llegaría a su máximo a principios de los años 1970. Así ocurrió. Para Estados Unidos arribar al peak oil y los reportes geológicos sobre los “hallazgos” además de concitar enorme interés -y codicia empresarial-, sobre sus dos vecinos inmediatos, fueron acontecimientos de enorme magnitud económica y estratégica. EUA ya transitaba veloz a la categoría de “importador neto” de petróleo y poco después vino el embargo petrolero que le impuso la OPEP, como réplica a su apoyo a Israel durante la Guerra del Yom Kippur, en Octubre 1973.
Además del desastre que fue para EUA el disparo en los precios (primer shock petrolero) por ser el principal consumidor de petróleo per cápida del mundo, aquello también fue un trauma estratégico. Aunque siempre dejando la puerta abierta para la intervención unilateral en el Golfo Pérsico, la ruta “racional” para enfrentar el predicamento alentada por el gobierno de James Carter (ahorro y conservación energética, mejoras en la tecnología de la máquina de combustión interna, límites a la velocidad en carreteras, estímulo a las fuentes de energía limpias y renovables, solar, viento, entre otras medidas) fue detenida en seco al arribar Reagan a la Casa Blanca y postergada desde entonces, a favor de salidas militares para apoderarse de las reservas de los otros -OPEP- utilizando la mano visible de los monopolios, el puño clandestino de la CIA y el puño visible del Pentágono, con un Ejército cuyo lema para los automovilistas de EUA ha sido: “don´t conserve. We´ll go out and get it for you” -literal: “no ahorre -gasolina-. Nosotros nos desplazamos y se la conseguimos”.
Con la mira en los recursos naturales estratégicos no renovables de “las Américas”, la Casa Blanca empezó, como paso previo, impulsando el establecimiento de una suerte de “mercado común” que integrara los recursos energéticos de México y Canadá a EUA. Años después la “independencia” se formalizaría en un mecanismo comercial y geopolítico de América del Norte bajo diseño y guía de Washington, algo que, treinta años después, vuelven a enarbolar los cabildos del “big oil” y los promotores del gas y petróleo “shale”.
Ese diseño geoestratégico y empresarial fue elaborado en 1979 por la consultora Blyth Eastam & Dillon de Wall Street. En 1994 se formalizó en el Tratado de Libre Comercio de la América del Norte (TLCAN). Posteriormente, en 2002, en una reorganización del Departamento de Defensa (DdD) durante el gobierno de Bush II, se incorporó a México y Canadá al “perímetro de seguridad” de EUA por medio del “Comando Norte” (Northcom). El objetivo fue proyectar hacia América Latina y el Caribe este esquema imperial conjuntando el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), con el ya existente “Comando Sur”, con sus bases militares y la “Cuarta Flota”, y un programa de intervención/ocupación de “guerra irregular”, basado en el terrorismo de estado, ensayado en el Plan Colombia y posteriormente por medio de la Iniciativa Mérida en México.
La noción kissingeriana de usar al TLCAN como punta de lanza hacia América Central, el Caribe y América del Sur la sintetizó Alan Stoga de la consultora Kissinger Associates, representante de los mismos intereses empresariales, bancarios y de seguridad a los que Kissinger siempre sirvió, como consejero de seguridad nacional y Secretario de Estado: “por razones comerciales y estratégicas (…) Es necesario empezar a explorar lo que significaría un acuerdo de libre comercio hemisférico. El eje clave es México, Estados Unidos y Canadá. Si este acuerdo trilateral de libre comercio se desarrolla, se empezarían a alentar relaciones comerciales que a la larga conduciría a una zona comercial hemisférica”.[8] El rechazo en Mar del Plata, Argentina, al ALCA (2005), encabezado por Hugo Chávez, fue un paso histórico: libró a Sudamérica de los grandes desplomes en derechos humanos, soberanía y economía que México ha sufrido, por la torpe adhesión de Calderón a la “guerra irregular” del Pentágono (bajo fachada de “guerra al narco”) y por el enclaustramiento económico/comercial con EUA.
“Peak Oil” de Hubbert
Consolidada la prognosis de Hubbert[9] en los hechos, a mediados de la década 1990 varios analistas aplicaron ese método a la producción mundial de crudo, estimando la Agencia Internacional de Energía (AIE) como fecha aproximada del “peak oil” mundial, entre 2004 y 2008. Como lo anticiparon C.B. Hatfield, R.A. Kerr, C.A. Campbell[10] y J. H. Laherrere,[11] el petróleo se colocó como ingrediente central en la agenda mundial porque había llegado el fin del petróleo barato. En el horizonte ya se perfilaba el peak oil. Fatih Biro, primer economista y Director del departamento de Economía Global de la AIE, señaló el año 2006 como el inicio del peak oil, indicando una tasa de disminución de la producción mundial de 5.8% anual. Lo que entonces se detecta va en una dirección que tiende a pronunciarse. El banquero de energía Matthew Simmons advertía ya la declinación de Arabia Saudita, primer productor mundial.[12] Con el declive en la producción de Ghawar en mente (se trata del mayor yacimiento petrolero del mundo), Simmons comenta que “sería necesario descubrir tres nuevas Arabia Saudita, sólo para nivelar el declive”.[13] Burgan, el segundo gran yacimiento mundial localizado en Kuwait, colapsó en el 2005 y por esas fechas Cantarell de México, el tercer yacimiento mundial cayó 35%. En Rusia, segundo gran productor mundial, se percibe la declinación, igual que en Nigeria. En el mundo son perceptibles síntomas de declinación en la producción, pero con el aumento de los precios, Caracas vio acrecentarse de manera significativa su reserva por su enorme y variada dotación de petróleo,[14] sumado a que Chávez rechazó el mandato estadounidense de “extracción máxima”.
Es claro, por otra parte, que la disminución de la capacidad ociosa global de petróleo, entendida por la Administración de Información de Energía del Departamento de Energía de EUA (AIE-DE) como “el volumen de producción de petróleo que puede ser llevado al mercado en un plazo de 30 días o menos y mantenerse ahí al menos 90 días”, ha sido una preocupación central tanto en la inducción como en el freno a las operaciones militares. En los casos de Irak y Libia, se determinaron “márgenes aceptables” de aumento en los precios para proceder con las operaciones de la guerra de agresión. A diferencia de la invasión y ocupación contra Irak, que lleva 10 años, en Libia la operación fue más en el tenor de “blitzkrieg”, al menos al nivel operativo. En 2012 la AIE-DE consideró que de atacar el Pentágono a Irán aumentaría seis veces la escasez entre oferta y demanda global sobre la base de las estimaciones de producción y consumo en Febrero de ese año: “el uso global de combustible promedia 3 millones de barriles diarios (mbd) más que la producción si se excluye a Irán del cálculo y 500 mil barriles más si se le incluye.”[15]
Luego del fallido intento de golpe de Estado contra Hugo Chávez en abril, 2002, el régimen Bush-Cheney profundizó la línea Reagan con la brutal petroguerra contra Irak.[16] La “diplomacia de fuerza” en pos del crudo siguió en el destrozo de Libia y en el acoso a Irán que se intensifica peligrosamente, como advirtió Larry Wilkerson, ex Jefe del Staff del Secretario de Estado Collin Powell, al comentar las enmiendas de la Ley de Defensa Nacional que abren la vía a otra guerra de agresión.[17] Wilkerson consideró altamente significativo y preocupante la exclusión en la Ley de Defensa Nacional de un párrafo indicando que “ninguna parte o sección de esta Ley puede ser interpretada como autorización para una guerra contra Irán”.[18]
La campaña del “big oil” por concesiones territoriales para la explotación “shale” que se observa en varios países de la región (Argentina, Uruguay, México) repleta de graves riesgos para la población y el territorio, ocurre junto a crecientes presiones del Departamento de Defensa para que en Argentina, Uruguay, el aparato militar adopte su esquema de “guerra irregular”, bajo parámetros semejantes al Plan Colombia o la Iniciativa Mérida, cuyo ADN proviene de los programas de contrainsurgencia. Es decir, que se asuma un abandono de la función de “defensa nacional” a favor de funciones de “seguridad interior”. En la Décima Conferencia de Ministros de Defensa de las Américas, Washington dio a conocer su “nueva Política de Defensa para el Hemisferio Occidental”, en la que el Secretario de Defensa comentó que EUA “se propone completar el retiro de Afganistán e Irak”. Pero, como comenta un analista argentino, la mala noticia es que pese a ello, en el hemisferio occidental procuraremos ser el socio predilecto en materia de seguridad, afianzando alianzas bilaterales y multilaterales, ya que ningún país por sí mismo puede hacer frente a los desafíos multifacéticos y solapados que presenta el siglo XXI. Este es el nuevo nombre de la doctrina de las nuevas amenazas que Washington impulsó a comienzos del siglo, y que implica el empleo de las Fuerzas Armadas en tareas de seguridad interior. Las tres leyes argentinas que lo prohíben, están hoy bajo asedio estadounidense.[19]
El intento de imponer la “guerra irregular” para enfrentar un rubro de “desafíos multifacéticos y solapados”, se da en un contexto mundial caracterizado por una creciente multipolarización, que avanza veloz desde el fin de la expansión económica de la Segunda Guerra Mundial junto a evidencias inequívocas de agotamiento de recursos naturales estratégicos “convencionales”, encabezados por gas y petróleo. La militarización de la política exterior de EUA y el regionalismo unilateral “norteamericano” es parte de sus “respuestas” ante el problema de los “recursos”, como se observa en Irak, Libia y en la vasta campaña de guerra psicológica y político-militar desatada contra Irán. Las tres naciones victimizadas son integrantes de la OPEP, coalición que controla el 70% de las reservas mundiales de petróleo. La unilateralidad de la diplomacia de fuerza de EUA, con sus los altos costos sociales y humanitarios, acrecienta la perceptible incapacidad objetiva de esa potencia para articular, con el consenso necesario, los pivotes para el manejo de la economía y la política internacional.[20]
Gas y petróleo shale: curalotodo
Por lo que no extraña que luego del colapso económico-financiero de 2008 el tema de la “independencia energética de la América del Norte” reapareciera en la narrativa de bancos, firmas de inversión y del sector público de EUA, que promueve al “shale” como “curalotodo”, dentro y fuera de su jurisdicción. Se le considera no sólo el vehículo para “un renacimiento industrial” y la solución del desempleo, sino también como motor hacia la transformación de “América del Norte en un Oriente Medio” como lo proclama Citigroup, la firma “too big to fail” dueña de Bancomer que representa cerca de la mitad del sistema bancario “mexicano”.
Estos y otros milagros “shale” aduce Ed Crooks del FT, afectado por el tipo de fiebre que suele aquejar a analistas e inversionistas que operan bajo inercias del “boom” del gas shale o que se identifican con “hedge funders” de cara dura, detectados en Goldman Sachs, Morgan Stanley Smith Barney, Citigroup etc, cuando mal informan a su clientela para invertir en una dirección, mientras apuestan contra ella en tiempos de colapsos en los precios, o de burbujas especulativas a punto de reventar.[21] Crook, en una amalgama de verdades a medias exclama que “en el curso de los dos últimos años (…) la industria del gas y petróleo ha despertado ante la explotación de formaciones geológicas (plays, en la jerga petrolera de EUA) que abundan en petróleo y gas, y en los líquidos del gas natural como el etano y el propano, que se usan para alimentar la industria de los petroquímicos”. Firmas de vanguardia, incluyendo a Chesapeake Energy, Exxon Mobil y Hess- han invertido miles de millones de dólares adquiriendo derechos de perforación sobre las tierras.[22]
El analista hacía notar que ante la desaceleración, la erosión de la preeminencia industrial y del desempleo que abaten a EUA luego del traumático y crónico colapso de 2008, en las regiones donde se localizan formaciones geológicas de interés, Texas y Dakota del Norte entre ellas, está emergiendo una “revolución industrial” impulsada por el gas y petroleo shale. Todo una hazaña tecnológica porque, dice Crooks, lo que era “comercialmente imposible” ahora “está al alcance nuestro gracias a técnicas que han sido perfeccionadas en la última década”.[23] La lluvia de loas que han acompañado al “boom” en la producción de estos fósiles “no convencionales” (artículos de periódico, en magazines, revistas especializadas, programas de radio, televisión y la red) devino en diluvio, cuyo impulso sale de las fronteras y arrastra en su retórica y “desinformación” tanto a inversionistas extranjeros como, en más de una ocasión, a políticos, académicos y gobiernos con líderes ansiosos de participar en el “shale boom” y en las ofertas de sus persuasivos cabilderos. La exuberancia de la “burbuja shale” recibe hoy estímulos de otras ramas, vinculadas a la energía y por tanto centrales al funcionamiento de la civilización como la conocemos. Ahí están, desde luego, las beneficiadas con la explotación y abaratamiento del gas shale en EUA: además de contemplar modificaciones para el uso de dicho gas shale en buena parte de su flota automovilística, las gaseras aspiran a lograr grandes subsidios gubernamentales, mientras otras ramas de la economía se benefician del colapso del precio. Por ejemplo, los consumidores residenciales e industriales de electricidad y las firmas dedicadas a su generación y, de manera particularmente intensa, la petroquímica.
La euforia del “gas shale” recuerda las películas de vaqueros heroicos mata-indios de Hollywood: el gerente general de Dow Chemical, la poderosa contratista militar y líder de la petroquímica, exhuda satisfacción ante la gran “hazaña” de los hombres y la tecnología que permite abrir la roca madre y sacar el gas shale, ahí bajo resguardo de la roca por decenas o centenas de millones de años: es “una oportunidad fenomenal”, “un regalo (a EUA) de los emprendedores, los excavadores del gas y del petróleo”.[24]
Yacimiento Vaca Muerta, Neuquén, Argentina
Del Bravo al Cabo de Hornos
Los cabildos y los mismos capitanes de la poderosa industria del gas y el petróleo de EUA muestran gran interés en América Latina, desde la Cuenca de Burgos en el árido nor-oeste de México hasta Vaca Muerta en Neuquén, Argentina. Los publicistas, políticos, empresarios y analistas de la academia promotores del “shale” que aparecen al sur del Rio Bravo se inclinan, al igual que sus contrapartes estadounidenses, por invisibilizar los devastadores impactos del “fracking” ya manifiestos en EUA luego de pocos años de uso más generalizado.[25] La experiencia de EUA muestra una avalancha de rechazo al “fracking” que crece sobre los daños al bienestar, la salud de cientos de comunidades rurales, indigenas, barriadas obreras, suburbanas y urbanas. También con efectos devastadores sobre la flora y fauna, el agua y el medio ambiente local y global. Inevitablemente tratar de ocultar los costos del fracking resultó una tarea “imposible”[26] en lo interno, aunque la población latinoamericana sobre la que se ciernen estos riesgos, permanece poco informada, con excepción de comunidades argentinas que ya conocen un infierno que tiende a generalizarse.[27]
Las decenas de miles de pozos shale (“fracks”) están por doquier en EUA, en zonas rurales, urbanas, suburbanas y exurbanas, o en las cercanías de las fuentes de agua de grandes “corredores urbanos” con gran población, como el que se extiende de Boston a Washington DC (BosWash) que incluye además, entre otras urbes a Nueva York, Filadelfia, Pittsburg y Baltimore; o el corredor urbano en California, que va de San Francisco a Los Ángeles, asentado este último en formaciones con “tight oil” (similar en calidad al aceite de lutitas de Chicontepec, México). Los costos ocultos del “fracking” salen a la luz, y los derrames de contaminantes y víctimas se acumulan. Es una experiencia y un trauma de enorme dimensión, que es necesario que la población latinoamericana analice y evite. Pretender invisibilizar los efectos del “frackin” sobre la salud, el medio ambiente local y global, y la contaminación de recursos vitales como las aguas profundas y superficiales es como querer tapar el sol con un dedo. La movilización ciudadana en EUA no se hizo esperar. Tampoco la “respuesta” del “big oil” (ver adelante).
Yacimientos de gas shale en Estados Unidos
El desplome del shale
Junto a la protesta por las “externalidades” de la explotación shale, aparecieron trabajos de investigación que revelaban una sistemática desinformación bajo aliento del cabildo fósil, a base de sobreestimar las reservas registradas por parte las empresas y la inclusión de premisas en los modelos usados para determinar las curvas de declinación, con mesetas de decenios de años luego de un primer descenso, que contrastan con los registros de producción con curvas de descenso exponencial. En medio de la inducción de escenarios económicos optimistas, decenas de articulistas del ramo manifestaban un entusiasmo que en correos internos de las empresas y de la misma Administración de Información de Energía del Departamento de Energía (EIA-DE, por sus siglas en inglés) calificaban en privado como “exuberante”, con la sospecha de su intención para alentar más inversión personal e institucional -fondos de pensión, etc-. Seguía la celebración del “shale” cuando el “boom” había acabado, cuando el festín terminaba: ya la orquesta y las parejas habían empezado el abandono parcial del salón de fiestas. La prensa, del New York Times al Bloomberg, empezaban a revisar con más detenimiento y seriedad la retórica, los tabúes y los mitos de las grandes gaseras/petroleras y sus cabildos sobre la explotación “shale”.
A fines de 2011 Crook, impertérrito ante el desplome del precio del gas natural en EUA, que llegó a su máximo histórico en 2005 y empezó una curva de descenso empeorada por el desastre recesivo de 2008. Ajeno ante crecientes manifestaciones de escepticismo sobre la solidez geológico/económica y los costos a salud y medio ambiente de la “fractura hidráulica”, celebraba y alentaba desde el FT la inversión en “no-convencionales”. Meses antes el New York Times ya había publicado trabajos de investigación con testimonios y registros internos de la industria del gas y del petróleo, y de instancias oficiales, sobre los manejos opacos e incertidumbres en el negocio “gas shale”,[28] mientras la comunidad científica y académica acumulaba estudios y evidencia de las graves consecuencias a la salud y alto costo de las “externalidades” del fracking.[29]
En años recientes el “big oil” al igual que las firmas de servicios petroleros -Halliburton (HA), Baker & Hughes, Schlumberger (SLB) y Weatherford-, han hecho cuantiosas inversiones en tierras, adquisiciones de empresas vinculadas a la explotación de gas y petróleo “shale” en EUA y formalizado enormes contratos para la compra de equipos. Las pérdidas son considerables. HA y SLB, grandes consumidores de equipos y herramientas, y proveedores de servicios para la fractura hidráulica, registraron pérdidas por mil millones de dólares (mmd) en el cuarto semestre de 2012, al hundirse las ganancias de la perforación fracking, según informó David Wethe de Bloomberg y la firma PacWest de Houston, que calculó una caída en los precios del fracking del 14% en 2012 y del 8% en 2013. En materia de equipo HA formalizó pedidos por $10 mil millones de dólares, excediendo 30% la demanda. Hizo pedidos por 15.6 millones de caballos de fuerza (HP) y la demanda fue de 12 millones.[30] De aquí que aumente más el interés en la apertura y concesiones que se les ofrece en México, Argentina y ¿Uruguay?. No sólo están interesadas, sino que les urge porque hicieron una apuesta riesgosa. Todo “boom” (auge) tiene su “bust (caída) y el shale no es la excepción. Es una situación en que firmas tipo Exxon-Móbil recurren a la persuasión de sus cabildos, para agilizar la toma de decisiones a su favor.
El colapso del precio del gas, que hasta principios de Enero 2013 había caído 85 por ciento de la cima del 2005, afecta a firmas con capacidad suficiente para enfrentar los costos de la apuesta, como ExxonMóbil o BHP Billiton, pero decenas de firmas pequeñas y medianas tendrían enorme dificultad en evadir la ruina.[31] Rex Tillerson, el gerente de Exxon-Móbil (XOM) describió este predicamento al Foreign Relations Council, el “cabildo de cabildos” del alto capital en EUA. Lo hizo de manera gráfica: “hoy todos estamos perdiendo hasta la camisa. No ganamos dinero. Las cuentas están en rojo”.[32] El reconocimiento de los pésimos resultados de las cuantiosas inversiones hechas en la explotación del gas shale, fue un balde de agua para la exuberante retórica a favor de los fósiles “no-convencionales” de las grandes firmas encabezadas por XOM, principal productora de gas natural de EUA tras comprar la gasera XTO en 2010.[33] Tillerson mencionó la “seguridad energética” de EUA y mostró “esperanza” por una “reforma” (léase desnacionalización energética) en México. Poco después y en línea con XOM, los diputados del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en el poder en México, con Enrique Peña Nieto en funciones de presidente, avisaron durante la campaña electoral que se les instruyó “dar prioridad a la privatización del gas shale”, una encomienda que ya es parte de la Estrategia Nacional de Energía presentada por el Ejecutivo al Senado mexicano.[34]
El desplome del precio del gas natural (en el mercado de futuros se estimaba que en abril, 2013, se colocaría en US$3.46 mmbtu -millón de unidades térmicas británicas-) motivó los dichos de Tillerson, a los que se agregan devastadores hallazgos técnicos derivados del escrutinio de registros de la producción diaria de pozos localizados en las formaciones geológicas[35] (llamadas “plays” o cuencas) con mayor historial. Además el New York Times publicó reveladores documentos, correos y opiniones de altos cargos y técnicos del sector público y privado que refuerzan esos estudios, ya que también cuestionan las bases geológicas y económicas esgrimidas por el “big oil” para alentar la euforia y especulación del negocio “shale”.
Pero el desplome del gas no amainó el interés en los “no-convencionales”. Ahora el énfasis es en el “tight oil” (petróleo y gas húmedo no convencional”) planteándose que en 10 años, o máximo 20, EUA será una potencia petrolera más que autosuficiente, con capacidad exportadora. Es que el entusiasmo y desenfreno son crónicos en el mundo de la especulación, sea con “tecnológicos”, hipotecas tóxicas “securitizadas” o con las “commodities”. A eso juegan las Goldman Sachs, Citigroup, Barclays o Morgan Stanley en la “economía casino” de este mundo. No es novedad.
Los trucos del negocio “shale”
Iguales o incluso mayores elogios al “gas shale” emiten los altos cargos públicos de EUA donde la desinformación juega un papel central. Muchos de los desfiguros de las empresas han sido avalados por contratistas de la IEA-DE con vínculos con el “big oil”. En el caso del sector público de EUA, el “shale” se presenta como ingrediente básico al ser agregado al arsenal de la retórica, de la geopolítica (en especial la relacionada con los vastos recursos naturales existentes en América Latina) y en general, al de la “seguridad nacional” tanto ante escenarios bélicos como civiles. Se usa la exageración deliberada de la retórica empresarial sobre el “gas shale” para efectos político-electorales cortoplacistas ante problemas graves como el desempleo crónico y de largo plazo. En el discurso de senadores, diputados, secretarios y ex-secretarios de Estado, demócratas y republicanos”, el “shale” encarna “la promesa de un renacimiento industrial”. Esa es una “percepción” compartida por la Casa Blanca y en especial por el Departamento de Defensa (DoD), principal consumidor de combustibles fósiles de EUA y del mundo, según informa el Defense Energy Support Center (DESC).[36] Se indica que, por ejemplo, en 2004 el consumo militar de petróleo (gasolinas, turbosina, aceites) fue de 144 millones de barriles, es decir, 395 mil barriles diarios (40 millones más que el promedio en tiempos de paz). El involucramiento de empresas como Kellog Brown and Root, ex-subsidiaria de Halliburton, en contratos para el abastecimiento de combustibles durante la petroguerra desatada por Washington contra Irak so pretexto del 11/09/2001, mostró al público el tipo de abusos con los recursos públicos que caracterizan a estas relaciones clientelares.[37] El vínculo histórico entre la industria del gas y del petróleo con el expansivo aparato militar de EUA amerita especial atención dados los llamados de voceros de las firmas dedicadas a la explotación de fósiles no-convencionales para el uso de programas militares, ante la creciente ola “anti-frack” que se ha observado en EUA en los últimos ocho años, como respuestas comunales, municipales y estatales, ante los destrozos ocasionados por la fractura hidráulica (ver adelante).
La oficina encargada del abastecimiento de combustible para el Departamento de Defensa -Dod-, plantea que “como el consumo de petróleo representa la más alta prioridad de todos sus usos, por muchos y muchos años no existirán límites fundamentales al suministro de combustible para el DoD”.[38] En esta esfera, donde los aportes del cabildo fósil son cruciales para las campañas de diputados, senadores o aspirantes a la Casa Blanca, la retórica del “shale” adquiere un paroxismo sorprendente. En efecto, la promoción del fracking se acompaña con Bancos/firmas de inversión “too big to fail”, entre ellos Citigroup (dueño de Banamex en México y uno de los principales tenedores de grandes bloques accionarios de XOM) junto a Barclays, el Fondo de Jubilados Universitarios, entre otros. Además de los miles de cabilderos que a diario visitan las oficinas del Congreso, están presentes “institutos de investigación” (think tanks) a la par de los grandes cabildos de la industria y entes como la Kennedy School en Harvard, el poderoso American Petroleum Institute (API) y el American Legislative Exchange Council (ALEC) que alienta la interrelación/fusión de políticos y grandes corporaciones petroleras, siempre generosas en lo referido a financiar campañas electorales de senadores y diputados.
En el Washington oficial el “shale”, además de ser la ruta para la “independencia energética” lo es para la “seguridad militar”, y por obra y gracia de los cabilderos es también la panacea ecológica ante el calentamiento global. El shale gas se presenta como energía “limpia”. Obama repite el mantra que dice que es “un enlace”, hacia “fuentes energéticas renovables”. En el informe al Congreso del 25 de enero 2012 aseguró, categórico, que la tecnología (fracking) “nos proporciona 100 años de suministro de gas natural”.[39]
Eso dijo el presidente al abrazar la “revolución del gas” ante el público y el Congreso. Es probable que sus asesores se abstuvieron de advertirlo sobre lo fallido del planteo en lo científico (calentamiento global), geológico y económico, lo cual llama la atención porque cinco meses antes del Informe a la Nación de enero 2012 geólogos y analistas del mercado mostraban que a pesar del sorprendente aumento en la producción diaria de gas (que pasó de menos de 1 mil millones de pies cúbicos -mmpc- en 2003 cuando se empezó a utilizar el fracking, a 20mmdpc en 2008, cuando el “boom” estaba en la cima) “todavía no está claro que estas formaciones geológicas tengan valor comercial a los precios actuales, por los altos costos de capital requeridos para la adquisición de tierras y realizar el ciclo completo de perforaciones; y porque las reservas y los factores económicos cruciales dependen de cálculos sobre niveles de recuperación última en modelos que asumen (y predicen) que las tasas de declinación se mantendrán en niveles comercialmente adecuados lo que contrasta con la dura realidad que emana del estudio sistemático, por primera vez, los registros de producción diaria de miles de pozos. Los especialistas llamaban a una cautela desatendida por quienes escuchan con más atención -o interés- a los empresarios y sus cabilderos, propagandistas y geólogos del negocio shale, algunos de ellos bajo contrato con la AIE del Departamento de Energía, cuya información y mapas son utilizados al Sur del Bravo.
Pero estudios independientes de las cuencas shale, por ejemplo de los analistas Arthur Berman y Lynn Pittinger indican que “debido a que la historia de producción de estas formaciones es de pocos años, este modelo no ha mostrado ser correcto y puede ser demasiado optimista”.[40] El análisis detallado de los perfiles de declinación, tanto de pozos individuales como de grupos de “fracks” localizados en tres de las principales formaciones geológicas: Barnett, Fayetteville y Haynessville, que “cuentan con el mayor historial de producción disponible en EUA y por tanto ofrecen más confianza en la determinación de las tendencias reales, que otras formaciones más recientes”, indican “que la industria infló las reservas al menos al 100 por ciento”.[41]
Los autores reconocen que toda formación geológica es única, pero plantean que hasta que no se disponga de registros con historiales más amplios, la cautela aconseja asumir que las formaciones con registros de producción más recientes seguirán una pauta similar a las que cuentan con más antecedentes en los registros de producción. Lo que lleva a Berman y Pittinger a plantear que ya se cuenta con información “más que suficiente” de las formaciones Barnett y Fayeteville para afirmar que la metodología usada hasta ahora “sobreestima considerablemente las reservas recuperables”.[42]
Del escrutinio que hicieron de los registros de producción de la formación Haynesville resultó que la producción efectiva no alcanza los niveles tan proclamados por las empresas y celebrados por sus secuaces en los medios. “En efecto”, concluyen, “es difícil entender cómo las compañías justifican el despliegue de 125 estructuras de perforación, en una formación geológica que no ha demostrado hasta ahora viabilidad comercial según las proyecciones presentes, hasta que los precios del gas excedan los US$8.68 por mmbtu”.[43]
En documentos, entrevistas y emails recabados por Ian Urbina del New York Times[44] se muestra que lo que más interesa y atrae a los inversionistas es el ingreso de más reservas a sus activos. En este sentido, va el interés del “big oil” en Neuquen, Argentina y en concesiones uruguayas. También el interés de Rex Tillerson de Exxon, en el gas y aceite shale de México y su anuncio ante el Council on Foreign Relations de que, pérdidas aparte, XOM seguirá perforando. Es por las exigencias legales: para incorporar reservas a los activos de cualquier empresa que cotice en bolsa, los pozos deben estar activos mostrando viabilidad comercial. El asunto no ha dejado de llamar la atención de la cúpula administradora y técnica de las empresas, que a lo largo del “boom” y luego “bust” del gas shale, evidenciaron su escepticismo sobre las exageradas expectativas de las gaseras advirtiendo que de manera “intencional y aún criminal, (las empresas) inflan la productividad de sus pozos y las dimensiones de sus reservas”.[45]
Como los diseños “shale” al sur del Bravo usan mapas y cálculos de la AIE del Departamento de Energía, hechos por contratistas vinculados al “big oil”, vale recordar[46] que abundan documentos y correos de altos cargos y técnicos de AIE “escépticos sobre la industria shale”. Les huele a Enron y a fraude Ponzi, por decir lo menos. Pero el asunto va más allá en profundidad y efectos, que las manipulaciones de “tecnológicos” o de “tóxicos inmobilidarios securitizados”. Se afecta de manera directa y profunda a los fundamentos mismos de la vida y salud humana y animal, del medio ambiente global. Se juega con los límites atmosféricos y pasa al punto de no-regreso en el calentamiento global.
Como se indicó, la fracturación hidráulica es una técnica devastadora en la que, en cada pozo, han de vertirse decenas de millones de litros de agua y enorme variedad de de sustancias y químicos tóxicos. No extraña el aumento registrado de resistencias al “fracking”.
Pero simultáneamente en documentos internos, correos electrónicos y entrevistas anónimas, altos ejecutivos de firmas de energía, abogados corporativos, geólogos de la industria y del sector público y analistas de mercado que han solicitado el anonimaton, han advertido de La intencionada exageración para plasmar en la opinión pública una imagen positiva del “fracking”. Difícil de olvidar, campaña que se da en medio de un vacío informativo no sólo sobre las características, exigencias hídricas e impactos sobre los acuíferos y ríos, la salud y el medio ambiente sino también, de lo que en criterio de quienes están vinculados a esta industria es una clara e ilegal desinformación al público, dentro y fuera de EUA, emanada de las altas esferas de la finanza y la especulación.
El interés en los fósiles “no-convencionales” se extiende por las Américas, de la Cuenca de Burgos en el noroeste de México, a Vaca Muerta, en Neuquén, Argentina. En el mundo, EUA y al sur del Bravo, la promoción del negocio con fósiles genera inmensas ganancias que se perciben en los informes anuales de los grandes monopolios. En paralelo, se desarrolla una extensa e intensa socialización de los costos, por la naturaleza inherente al “fracking” y al manejo oficial en que se utilizan los instrumentos de influencia disponibles (del cabildo fósil fluye dinero a raudales), económico-financieros, propagandísticos y de seguridad en un contexto de guerra de clase, en centro y periferia, y de acentuada explotación imperialista.
El autor agradece la invitación del Centro Internacional de Información Estratégica y Prospectiva (CIIEP) para presentar este trabajo en el Seminario Internacional “Nuestra América y Estados Unidos: Desafíos del siglo XXI”, organizado por el Instituto de Estudios de América (ASINS), Instituto de Ciencias Internacionales de la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad Central de Ecuador y la Casa América Latina (HOLA). Quito, República del Ecuador, el 30 y 31 de enero del año 2013.
http://conceptos.sociales.unam.mx/conceptos_final/422trabajo.pdf?PHPSESSID=ffc42510e755335c76404a255913b8ab
http://therealnews.com/t2/index.php?option=com_content&task=view&id=31&Itemid=74&jumival=9236
http://www.contractormisconduct.org/index.cfm/1,73,221,html?ContractorID=29&ranking=10
Periodismo Internacional Alternativo