La fracturación hidráulica o fracking está en boca de todos. Su utilización para la obtención de gas no convencional ha levantado expectativas, pero también dudas que han llevado a algunos colectivos a convertirse en oposición y solicitar su prohibición en ciertas zonas de España. Las sociedades modernas dependen de los hallazgos científicos y de la aplicación de nuevos conocimientos mediante la tecnología para seguir avanzando. Por eso, expertos y técnicos debemos participar en el actual debate energético, desde el rigor y la imparcialidad, para ofrecer claridad y respuestas a los ciudadanos y elementos de juicio a las Administraciones que son quienes, finalmente, han de tomar la decisión más conveniente a la sociedad.
Un primer paso ha sido la elaboración, por parte del Consejo Superior Colegios de Ingenieros de Minas, del informe Gas no convencional, una oportundad de futuro, con la participación de universidades, sindicatos, Administraciones públicas, empresas y organizaciones empresariales, comprometidos con la sostenibilidad del abastecimiento energético y la protección del medio ambiente.
Como codirector de dicho informe, puedo asegurar que el proceso de elaboración desde perfiles y visiones tan diferentes no fue tarea fácil. Pero sabíamos que era necesario para obtener un documento de referencia (que no el único). Hoy los ciudadanos disponen de un estudio que profundiza en todos los aspectos de la fracturación hidráulica, desde el consumo de agua y uso de aditivos químicos hasta la sismicidad asociada o la utilización del suelo.
Tomemos por ejemplo la hipotética contaminación de los acuíferos. ¿Qué precauciones debemos tomar desde que se empieza a construir un pozo? Son varias, entre ellas, el uso de una triple protección de un acero especial con cemento interanular que hace totalmente imposible que exista un contacto entre el fluido de fracturación o el gas metano y los acuíferos.
Son también numerosas las críticas sobre el uso de agua. Se dice que se emplean enormes cantidades para fracturar un pozo, pero hay que saber que esa es una operación que dura unas cuatro horas y se hace normalmente una sola vez, y para ella se utiliza la misma cantidad de agua que la necesaria para regar un campo de golf durante dos o tres semanas.
En comparación, la energía generada con gas no convencional precisa de una décima parte del agua necesaria para producir la misma cantidad partiendo del carbón. Además el agua se reutiliza. Una vez depurada, los residuos deben ser gestionados. Lo que, de nuevo, no significa que sean peligrosos si se cumple estrictamente la legislación.
Los versos de Antonio Machado, “Caminante no hay camino, se hace camino al andar”, nos pueden guiar en el actual debate energético, económico y medioambiental. Debemos andar, sí, evitar el inmovilismo, pero también evitar que un deambular sin un rumbo nos lleve al precipicio. Tenemos la obligación de avanzar, siempre y cuando no se ponga en riesgo a la sociedad o a nuestro entorno.
Tras reflexivos debates técnicos, sin juicios a priori, inspirados por el rigor y el conocimiento, los expertos y partes integrantes del grupo de trabajo sobre la fracturación hidráulica del Consejo Superior de Colegios de Ingenieros de Minas hemos concluido que con la tecnología y los controles adecuados, la industria de la extracción del gas no convencional tiene un riesgo similar a cualquier otra industria extractiva o transformadora. Los proyectos en marcha representan una oportunidad para explorar nuestro territorio y, eventualmente, confirmar las estimaciones de recursos que hoy día situamos en torno a los 39 años del actual consumo en España. Por tanto, recorramos este camino con decisión y con las máximas garantías de seguridad.
Ángel Cámara es decano del Colegio de Ingenieros de Minas del Centro.