La casa de Crescencio Prafil está cerca de La Anónima y no muy lejos de la escuela 67, tampoco del arroyo Ñorquinco. Allí este hombre de 60 años le pone el cuerpo por igual al trabajo en el campo y a la lucha por el reconocimiento de los derechos del Pueblo Mapuche; reafirma el territorio en su comunidad Nehuen Twaiñ Kom y está atento a los otros frentes donde batalla el CAI.
Luego del almuerzo, al calor de la cocina a leña que combate las temperaturas invernales, se acomoda en una silla y comienza a hurgar en su memoria el tiempo en que YPF exploró el lugar. De aquellos días de los años ’80, de las marcas que quedaron en el territorio y de las consecuencias de un posible avance de la frontera hidrocarburífera habló con el Observatorio Petrolero Sur.
-Hace tiempo en la zona hubo alguna actividad petrolera.
Hace aproximadamente 25 años anduvieron las empresas. Anduvieron maquinarias haciendo algunas picadas, estudiando si había petróleo; así que hay picadas por todos lados. También estuvieron trabajando en la zona de Cushamen, que es acá muy cerca, como a 10 kilómetros. Estuvieron todo un año más o menos, no recuerdo bien, en la zona de la Reserva Napal y la Colonia Cushamen. Decían que estaban trabajando en unos pozos ahí y después dejaron.
-Era todo una misma franja, ahí el límite provincial no existía.
Exacto. Esta línea [picada] que va acá cerca [de la casa] está en Río Negro y aquí cerca está el paralelo 42 y ya empieza la provincia del Chubut, y se cruzaba de lado a lado, de provincia a provincia. Todavía quedan las rayas [caminos], quedan algunos mojones, unos caños con número que uno ni sabe para qué es.
Tampoco hubo ni siquiera una consulta, de repente aparecía una máquina y no sabía ni quién andaba, y resulta que empezaban a hacer rayas por todos lados. Muy cerca de acá, justo en la costa, cruzando el arroyo Ñorquinco, instalaron la máquina grande, sería para hacer la perforación. Después, con el tiempo, vemos que filtra algo, como petróleo o aceite, algo azul; el agua se ve que está contaminada. Según decían ese taladro iba 3 mil metros para abajo de la tierra.
-El año pasado el gobierno provincial adjudicó para exploración la Cuenca del Ñirihuau, que incluye el territorio de la comunidad. ¿Previamente fueron consultados por el Estado?
No, no. Si nos enteramos así, alguna noticia, tampoco salen muchas noticias en la radio. Conocemos que debería consultar a la comunidad para hacer todo ese trabajo, pero el gobierno ya hizo el convenio, seguramente para la exploración y la explotación de petróleo.
-¿Tienen información de los impactos que genera la industria petrolera?
Sí, sí. Eso sí, todos los daños que hace. La contaminación es muy fuerte para la comunidad, para los animales, y nosotros vivimos de los animales. Por más que nosotros le esquivemos a hacer un pozo donde <i>aiga</i> contaminación, ¿qué pasa si los animales toman agua ahí? Nosotros consumimos los animales esos y puede generar alguna contaminación al ser humano. Porque ha pasado ya en la provincia de Neuquén.
Y el Estado no mira eso. Siempre uno se pregunta por qué el Estado hace cosas y no se interesa de la comunidad, de la gente, sino más que todo del poder económico; se enceguece, se ensordece y no piensa de la gente.
-Si entran las petroleras, ¿podrían seguir produciendo como ahora?
Ya no existiría, se contamina todo, y nosotros dónde vamos a ir. Nosotros somos de acá y reconocemos que el territorio es nuestro.
-¿Qué importancia tiene el agua en la vida cotidiana?
El agua es la vida, es como la comida, acá sin agua no vivimos. ¿Si no hubiera agua qué seríamos? No podemos estar sin agua. Y además en estos campos el agua es sana hasta ahora. Incluso vamos al pueblo, a la ciudad, y cambia, porque acá el agua tampoco se cura. Uno va en la ciudad y ya previenen con el cloro, todas esas cosas, y cambia.
-¿Y en el pueblo qué se dice de las petroleras?
La gente, al no tener información, cuando aparece una empresa de estas se desespera para tener un sueldo, para mejorar su calidad de vida. Acuerda con que venga esa empresa sin tener conocimiento de qué puede pasar. Al tener una necesidad de laburo, necesidad de plata, necesidad de comer -más que todo-, nadie piensa: “Bueno, estoy trabajando, ¿qué me puede pasar?”.
Antes nadie sabía nada, ahora por informes de la radio algunos van poniendo cuidado, pensando qué le puede pasar, porque cuántos casos pasan en las petroleras, en Aluar [planta productora de aluminio primario ubicada en Puerto Madryn], por ejemplo. El caso de Aluar, la gente se está muriendo, se contamina. Eso muchos no lo saben y si saben no creen, dicen: “Por lo menos vamos a tener fuentes de trabajo, va a haber plata para el pueblo”.
El Estado tiene que entender que somos capaces de buscar una forma [de vida] nosotros mismos. Eso es lo que pensamos como Pueblo Mapuche, ser autónomos y vivir como nosotros queremos, no con la idea de ellos. Nosotros buscamos otra forma de vida, porque siempre lo hemos hecho, tenemos nuestros animales…
Muchas veces largan proyectos de arriba que no nos sirve a la gente, la autoridad tiene que charlar con la gente, preguntar qué piensa. Cualquier proyecto que salga para una cosa laboral tiene que ser de base, que uno pueda hacer, no que ellos le obliguen a hacer.
-¿Sabe si las empresas petroleras o mineras se acercaron al hospital o a las escuelas de la zona para ofrecer donaciones?
No, no he escuchado, a veces pregunto pero nadie me dice nada. Por ahí los médicos están bastante alejados, antes hacían reuniones, informaban a la gente, pero esa gente no duró mucho, los trasladaron a otro lado. El sistema está así, fundamentalmente no quieren que la gente esté informada de nada.