Comunicado de la Campaña de Afectadas por Repsol ante la Guerra del Gas en Perú
(08/08/2010) En la Provincia cusqueña de la Convención (Perú) la movilización contra la exportación del gas de Camisea fue reprimida a fuego y bala por los agentes de la autoridad. 18 heridos, dos de ellas con balas incrustadas en sus carnes, fue el balance del intento de ocupar las oficinas de la empresa gasífera en la ciudad de Quillabamba.
En Lima, fuentes del gobierno no hacen sino deslegitimar esta lucha despreciando sus motivos y arrojando declaraciones de poco fundamento para acallar un reclamo difícil de ocultar: Camisea, y Perú desangra sus recursos por gasoductos y puertos marítimos.
Mientras corporaciones se enriquecen de un gas que no es suyo, los peruanos no pueden ni cocinar. Como si dos siglos no hubieran pasado, la colonia continúa. No son caravelas, son barcos metaneros, Sancho.
En España, la prensa da ecos de la noticia engordando la crónica violenta de la semana, pero sin informar de las empresas responsables de la vamprirización.
Vampiros en Camisea
El consorcio Perú LNG, conformado por la estadounidense Hunt Oil (50 por ciento), la española Repsol (20 por ciento), la coreana SK Energy (20 por ciento) y la japonesa Marubeni (10 por ciento) cumple casi una década de exportación de gas a los mercados internacionales.
Desde entonces, a pesar de sufrir la ocupación y destrucción de la Amazonía y un nefasto catálogo de pasivos ambientales, la población del sur de Perú, no ha mejorado la calidad de vida. Las cansinas promesas de “desarrollo”, “prosperidad” o “riqueza” que acompañarían el despegue del proyecto Camisea han resultado sólo un mal chiste de humor negro.
Negro como las perspectivas de los pueblos del río Madre de Dios.
Etnocidio como contraparte
El pueblo Nahua, o el fragmento de este pueblo que sobrevivió a las actividades exploratorias de Shell en los años 80s, podrían explicar algun día en un tribunal penal internacional los episodios funestos de la colonización petrolera. Su pueblo desapareció literalmente con la entrada de la codicia corporativa en la entonces impenetrable selva del Madre de Dios. Hoy sus comunidades, malviven en los bordes de un río cada día más contamindado.
Por su parte, los pueblos ashaninkas, yine yames y shipibos también concocen que lo que gotea de los ductos no es riqueza sino metales pesados. Sus comunidades no olvidan los bloqueos fluviales que protagonizaron en 2005 cuando, hartos de ver como el color de sus ríos cambiaba en cada nuevo derrame, exigieron al govierno un porcentaje de las regalías para compensar los daños de los repetidos accidentes.
La muerte, y no la prosperidad, es la macabra contraparte del proyecto gasífero de Camisea.
Las corporaciones escurren la responsabilidad
En el campo de la impunidad, las corporaciones petroleras suben peldaños en el campeonato de sacudir responsabilidades penales.
En estos nuevos episodios de la Guerra del Gas en Quillabamba – tal como hizo Repsol YPf en la Guerra del Gas boliviana, donde en 2003 murieron 67 personas por defender los recursos que pretendían exportar del país vecino – las compañías de Perú LNG se escudan en un gobierno sumiso a sus designios que defenderá, a bala si es necesario, sus negocios en el país.
Hunt Oil, Repsol y Sk son los nombres unas compañías dirigidas por personas con nombres y apellidos. Los presidentes de estas empresas serán señalados por el pueblo, y algún día por la justicia, si continúa la represión en la Guerra del Gas de Camisea.
Desde la Campaña Internacional de Afectad@s por Repsol-YPF, en varios puntos del planeta, acompañamos y observamos con preocupación el desarrollo de los acontecimientos.
Nuestra solidaridad, va dirigida al pueblo que reclama detener el saqueo.
Nuestro repudio, para las compañías y el gobierno que las ampara.
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Repsol Mata