En lo global, la quema de carbón, petróleo y gas continúa al mismo o mayor ritmo en el mundo. Cuando Svante Arrehius, un químico sueco y Premio Nobel, publicó los primeros artículos sobre el cambio climático en 1896, la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera era de 300 partes por millón. Ha llegado ahora a 400 ppm y está subiendo 2 ppm al año. Arrhenius anunció que al quemar carbón que estaba bajo tierra, los países industrializados estaban poniendo más y más dióxido de carbono en la atmósfera y que esto haría aumentar las temperaturas. El no podía saber que en el siglo XX la quema de carbón aumentaría siete veces mundialmente ni que al carbón se añadiría la quema de mucho más petróleo y gas natural. Además de los efectos de la deforestación.
Lo que ocurre es que la nueva vegetación y los océanos no absorben todo el dióxido de carbono que produce la economía humana. Los combustibles fósiles son como fotosíntesis embotellada hace millones de años. Los sacamos, los “descorchamos” y los quemamos con demasiada rapidez. El aumento del efecto invernadero (así le llamó ya Arrhenius) será más y más rápido. Y además los océanos se están acidificando por el exceso de dióxido de carbono.
Es pues razonable la propuesta de dejar bajo tierra una parte del petróleo, del carbón y del gas. Debemos disminuir a la mitad la velocidad de extracción de los combustibles fósiles. Esta propuesta viene de lugares donde la extracción de petróleo, carbón o gas está haciendo mucho daño. Por ejemplo, la Amazonía de Ecuador y de Perú o el Delta del Níger. Pero también hay desastres por la minería de carbón en Colombia, China y la India y por la extracción de las arenas bituminosas de Canadá. Hay un fuerte debate en Estados Unidos sobre el oleoducto Keystone XL. La organización 350.org (es decir, 350 ppm) es cada día más fuerte.
En Ecuador, en la mitad del mundo, la organización Acción Ecológica propuso una moratoria a la exploración petrolera en la Amazonia ya en la década de 1990. Se alió con ERA de Nigeria para fundar Oilwatch, que hizo de la moratoria su plataforma principal. Más tarde, Acción Ecológica propuso en 2006 dejar en tierra 850 millones de barriles de petróleo de los pozos ITT (Ishpingo, Tiputini, Tambococha) sitos en el Parque Nacional Yasuní, en la frontera con Perú. La propuesta fue aceptada por el entonces ministro de Energía y Minas, Alberto Acosta, y también la hizo suya a regañadientes el presidente Rafael Correa.
Se añadió una cláusula. Ecuador se sacrificaba económicamente por bien propio y de la humanidad, dejaba de extraer petróleo que al quemarlo produciría 410 millones de toneladas de dióxido de carbono, conservaba la incomparable biodiversidad local, respetaba los derechos indígenas. Pero pedía una contribución exterior equivalente aproximadamente a la mitad del dinero que dejaría de ganar, unos 3600 millones de dólares en total, que fueran llegando a lo largo de diez o doce años. Estas contribuciones serían depositadas en un Fideicomiso con administración conjunta del PNUD, constituido el 3 de agosto de 2010. La oferta está en pie, el dinero llega lentamente, el presidente Correa amenaza con un Plan B de extracción de petróleo en algunos de los pozos protegidos. Correa no es ecologista pero ha defendido en foros internacionales la propuesta Yasuní. Pero amenaza ahora con correr los límites del Parque Nacional Yasuní en junio de 2013.
La idea de dejar el petróleo en tierra se ha difundido. En el Delta del Níger, algunos hablan de “ogonizar” más que de “yasunizar” porque los Ogoni después de 1995 y la muerte de Ken Saro-Wiwa y sus compañeros, consiguieron expulsar durante muchos años a la Shell. Dicen allí, leave oil in the soil. En otros lugares añaden: leave coal in the hole, leave gas under the grass, planteando propuestas similares a la de Ecuador. Tanto es así que Acción Ecológica escribió a la Real Academia de la Lengua Española para que ponga la palabra “yasunizar” en el diccionario.
En el informe del proyecto EJOLT revisamos también otros casos. En Guatemala, se ha propuesto no extraer el petróleo de La Laguna del Tigre, un sitio Ramsar en el Petén (un humedal catalogado internacionalmente). En las islas de San Andrés y Providencia, de Colombia (cercanas a Nicaragua), se ha decidido oficialmente dejar el petróleo en el subsuelo haciendo caso de las protestas locales. En la distante Nueva Zelanda, quienes se oponen a la bestial extracción de lignito a cielo abierto, conocen la palabra “yasunizar”. Lo mismo sucede en Quebec, en Francia, en Bulgaria, en el País Vasco y otras regiones europeas, donde se ha logrado de momento parar la extracción de gas de esquisto que puede perjudicar la capa freática, argumentando que si el petróleo del Yasuni ITT se queda en tierra, ¿por qué no puede seguirse la misma doctrina en esos otros lugares? Hasta en las islas Lofoten en Noruega se propone dejar el petróleo y el gas bajo el fondo del mar.
Hay pues razones locales y razones globales (de cambio climático) para yasunizar el mundo.