Las represas hidroeléctricas son obras que -emplazadas sobre cursos de agua -, convierten a través de la presión del agua sobre las turbinas, la energía cinética en electricidad. Las primeras evidencias arqueológicas de represas sugieren que las mismas datan del año 3000 AC en Mesopotamia, Jordania y Egipto.
La enorme demanda de electricidad que acarreó la era industrial, conllevó a la construcción de miles de represas hidroeléctricas que entre mediados del siglo XX y lo que va del siglo XXI, alcanzaron unas 45 mil represas hidroeléctricas en todo el mundo.
Distintas organizaciones y diversos estudios confluyen en que aproximadamente un 52% de los ríos del planeta tienen enclavada una represa.
Con cerca de medio millar de grandes y medianas represas, y una dependencia de la energía hidráulica de un 96%, Brasil es el país con más hidroeléctricas del continente latinoamericano. En Argentina, en tanto, existe una veintena de represas y varios proyectos hidroeléctricos en danza.
Tanto en su etapa de construcción, como durante sus años de funcionamiento, las grandes represas hidroeléctricas provocan severos impactos ambientales, sanitarios y sociales. Las enormes extensiones de tierra que toda represa inunda, provoca destrucción de recursos naturales y desplazamientos forzosos de poblaciones enteras. Según el Movimiento de Afectados por Represas (MAB) en Brasil, en dicho país existen más de un millón de pobladores desplazados por represas. Mientras que en Argentina, la cantidad de desalojos forzosos provocados por la mega represa hidroeléctrica Yacyretá , alcanzó las 80 mil familias en las márgenes de la provincia de Misiones y la localidad paraguaya de Encarnación.
Las consecuencias de las hidroeléctricas sobre los pueblos, dio lugar a un emergente colectivo de organizaciones y asambleas de resistencia a estos proyectos.
El primer Encuentro Internacional de Poblaciones Afectadas por Represas, que reunió a afectados de 20 países, culminó en Curitiba, Brasil, el 14 de marzo de 1997 con una Declaración que describe las consecuencias ambientales y sociales de las grandes represas y reclama la reparación de los daños ocasionados. Desde ese año, fue elegido el 14 de marzo como el “Día Internacional de Acción contra las Represas y por los Ríos, el Agua y la Vida”.
Entre las poblaciones más damnificadas por represas hidroeléctricas en Latinoamérica, se encuentran los Pueblos Originarios. En casi todos los casos donde las represas afectan territorio indígena, no solo se anegan los mismos, sino también, se pone en jaque culturas ancestrales y modos de vida tradicionales, sembrando desarraigo y escasez. “Para acercarnos a las razones sociales que explican la necesidad de luchar contra las grandes represas, hay que tener en cuenta que más de 400 mil kilómetros cuadrados de tierra en el mundo fueron inundados por la construcción de 45 mil represas y que este hecho ocasionó el desplazamiento de sus tierras de un número que va de 60 a 80 millones de personas, entre los cuales la mayoría son campesinos e indígenas” asegura Patricia Agosto, Historiadora de la Universidad de Buenos Aires (UBA) e Investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas.
“La lucha contra las grandes represas tiene detrás de sí la autodeterminación de los pueblos y el respeto a la tierra y a todos los recursos que ella alberga. Con estos megaproyectos los pueblos se ven obligados a abandonar sus tierras, sus modos de vida y su relación armónica con la naturaleza. Ésta es herida de muerte porque estos proyectos traen consigo la pérdida definitiva de los recursos, no el aprovechamiento temporal de los mismos. Porque los pueblos y las comunidades lo saben es que no se dejan convencer por los argumentos basados en los supuestos beneficios que traerá el “progreso” y la “modernización” para las sociedades. Saben que detrás de estos argumentos están los objetivos del gran capital que nunca fueron beneficiar a los pueblos y sí hacer un uso irracional de los recursos para hacer grandes negocios y negociados entre unos pocos. Las comunidades que ya han sido afectadas prestan testimonio permanente de estos mecanismos depredatorios del poder económico y político” sostiene Agosto.