Vaca Muerta: tierra de sacrificio, temor y esperanza

La posibilidad de un “aluvión petrolero” en Neuquén generó expectativas de inversiones y trabajo en una zona pobre, ya acuciada por la contaminación ambiental. Los daños colaterales del “boom”.
 

Por Marcelo Larraquy.-Vaca Muerta está debajo de la tierra. En sus profundidades conserva su riqueza. Es un tesoro -el gas y el petróleo- que está escondido en los poros de la “roca madre”, tres mil metros abajo de la superficie. Es una roca que hay que perforar, generarle fisuras, romper su resistencia, partirla en pedazos. Fracturarla. Y para eso es necesario la presión de un caño encamisado en cemento y acero, que le inyecte agua, arena, productos químicos. Ese caño permitiría que los recursos de gas y petróleo cedan, se liberen de la “roca madre” y puedan ser extraídos. A este método de extracción de “fractura hidráulica”, se lo conoce como “fracking” (ver infografía).

Arriba de la formación geológica Vaca Muerta, sobre la superficie, no hay nada. Es una tierra virgen, semidesértica, en la que pastorean chivos, ovejas y cabras, la pequeña ganadería, y sobre la que acaban de instalarse equipos de perforación. Ya hace casi dos años que YPF comenzó a instalar torres de perforación para un proyecto que, en asociación con Chevrón, contempla alrededor de 2.800 pozos.

Vaca muerta es una tierra de sacrificio, extendida sobre 36 mil km2 (el 90% de pertenecen a Neuquén; el resto a Mendoza y La Pampa) con la que se aspira a atenuar la crisis energética. Es una tierra de sacrificio y también de disputa.

Mientras recorre la naturaleza abierta, un día antes del acuerdo entre YPF y Chevrón, Juan Albino Campo se detiene ante los obreros que ensamblan los caños en una zanja de tierra.

“La comunidad mapuche está asentada en Fortín Manguardia, en losCampos de Maripé, la tierra que ahora llaman “Vaca Muerta”, desde 1920 -dice Campo-. Nacimos y nos criamos acá cuando no había nada. Era rama y barro. Tenemos los papeles de posesión que enviaron desde Buenos Aires en 1940, los “papeles de pastaje”. Ni la provincia de Neuquén existía en esa época. Y ahora, sobre nuestras 8 mil hectáreas, sin consultarnos, empezaron a romper el monte”, dice el “lonko” (cacique) de unas 20 familias mapuche. Detrás suyo, de un caño de cilindro, emerge la llama de fuego.

YPF lo contradice.

Campo no posee título de propiedad: son tierras fiscales del Estado provincial, en las que, además, “no residen comunidades mapuches”, remarca la empresa.

La propiedad de la tierra está inmersa en el conflicto. Es un problema histórico. Las comunidades indígenas tienen un “derecho de posesión” ancestral, pero la mensura territorial de los parajes, el título de propiedad que entrega la Dirección de Tierras, nunca termina de llegar. Entre la posesión y la escritura queda abierta sólo una promesa de diálogo entre el Estado y la comunidad. Suele romperse cuando aparece la posibilidad de un megaproyecto.

Esto sucedió el último martes cuando los líderes de la confederación mapuche se subieron a lo alto de las nuevas torres de YPF y paralizaron la producción. El jueves, sentados en la oficina regional de la empresa, lograron un compromiso de “prevención y cuidado comunitario” del nuevo proyecto de Vaca Muerta.

El conflicto está siempre latente.

Frente a las nuevas torres de petróleo, cruzando la ruta provincial 7, a 103 kilómetros de la ciudad de Neuquén, está Añelo. En su comunidad hay relativa esperanza de que del “boom petrolero” de Vaca Muerta devenga en progreso y el pueblo pueda tener una infraestructura acorde a la riqueza que genera su tierra. Como también habían generado expectativas otros emprendimientos hidroeléctricos y petroleros en la provincia, en las décadas del 70 y 80.

Hasta ahora Añelo es un pueblo de ruta, sin cloacas, con una pequeña sala de auxilio de control médico (no tiene hospital), una plaza, un banco y una comisaría instalada en un predio que le cedió la empresa Skanska.

El potencial comercial de Añelo, que es pequeño, está pegado a la ruta, con algunos hoteles y hospedajes, comedor familiar y pequeños mercados.

La calle de tierra paralela a la ruta es la oferta que tiene el pueblo para los viajeros que desandan kilómetros para prestar servicios a la industria hidrocarburífera, o para los mismos obreros de los pozos de YPF de Vaca Muerta que bajan para almorzar cuando terminan el turno. Se pensó en ellos cuando se instaló el casino en Añelo. El juego es una industria que corre en paralelo al petróleo.

Cuando se recorren las calles del pueblo de seis mil habitantes, la característica más visible es su sencillez y su pobreza, que intenta ser atenuada con las remesas de dinero que envía la provincia por regalías petroleras. La dependencia con el municipio es alta: casi 600 personas tienen empleo o contrato o reciben algún tipo de subsidio del gobierno local.

Añelo hasta el año pasado no tenía agua corriente, y lo que surge de la canilla, a simple vista, no parece confiable. En la casa de la familia mapuche Campo, un filtro de agua retiene una sustancia viscosa, marrón. Dos personas de la familia murieron de cáncer hace pocos años, y otros padecen la enfermedad. Aparentemente, los estudios bacteriológicos del agua son positivos. Pero el Estado es más renuente a realizar estudios que puedan detectar restos de hidrocarburos. El año pasado, en un diálogo de la comunidad con presidente de YPF Miguel Galuccio, lo invitaron a tomar un vaso de agua en Añelo. Galuccio les prometió que en el futuro saldría de sus canillas un agua mineralcomo la que él estaba tomando. La empresa estatal, consultada porClarín, aseguró que en el acuerdo YPF-Chevron, YPF será la única con injerencia directa en el desarrollo de las actividades, para dar garantías ambientales y dejar atrás las sospechas por los antecedentes de la firma norteamericana en su participación en el Amazonas.

Sucede que en cuestiones de contaminación de ríos y de napas de agua, en Neuquén pesa la historia.

Añelo está ubicado a ocho kilómetros de otro yacimiento de gas y petróleo que representó una esperanza de trabajo y progreso: Loma La Lata. En ese territorio viven dos comunidades mapuches, Kaxipayiñ y Paynemil, que en la actualidad, por resolución judicial, reciben el agua envasada en bidones de parte del municipio. En ese caso, la contaminación se empezó a advertir en la mutación de animales (chivos con dos cabezas) y prosiguió con dolores en los huesos y pérdidas de vista en los pobladores. Gabriel Cherquis tuvo una hija que murió al nacer en 2002: le faltaba el desarrollo del cráneo. Ya lo habían detectado los médicos en la ecografía. Ante la contaminación del lago Barreales, YPF-Repsol se había comprometido a instalar una tratadora de metales pesados y una planta potabilizadora que todavía no empezaron a funcionar.

Según información de YPF a Clarín, desde la nueva gestión se comprometieron a “remediar situaciones ambientales”. “En el caso de Loma La Lata en el año 2012 se sanearon 81.254 m2 de suelo, casi el doble de 2010 y de 2011. En los primeros meses de este año, 78.456 m2 fueron saneados”.

Antes de que le fuese quitada su licencia de explotación, y tras una causa judicial iniciada contra su titular Antonio Brufau y el ministro de Energía de Neuquén Guillermo Coco, por contaminación en Añelo y La Lata, Repsol se había comprometido a sanear “el pasivo ambiental” por sus actividades en la zona hasta el 2023.

Una tarea que ahora queda en manos de YPF.

Para el obispo de Neuquén, de la Congregación de los Dehonianos,Virginio Bressanelli, e n materia de seguridad ambiental no basta con la promesas. “ Necesitamos la acción de un tercero, que no sea del gobierno ni de las operadoras. Alguien que no tenga intereses, pueda supervisar y lo haga con honestidad”, afirmó en una entrevista conClarín.

Quiso aclarar , además, que no se opone al progreso, pero “hay que pensar que los recursos no renovables también pertenecen a otras generaciones, y no corresponden depredar o agotar”.

La seguridad del medioambiente, el temor a un daño irreversible, es preocupación constante en la sociedad. Todos los sectores, aunque la industria del hidrocarburo y el estado provincial son más renuentes, marcan el déficit. “Podemos demostrar los derrames diarios que van a parar a los ríos, podemos demostrar la falta de mantenimiento de las instalaciones, los caminos. Y cuando se piden inspectores de seguridad no tienen vehículos, no tienen viático, no tienen nada”, decía en una entrevista a una radio local Guillermo Pereyra, titular del sindicato del Petróleo y Gas.

El petróleo fue buscando sus tierras en la provincia, avanzó sobre la actividad frutihortícola, comprometió también terrenos de la industria vitivinícola. En el mismo suburbio de la ciudad de Neuquén se ven los pozos en producción, con el tradicional bombeo mecánico, a pocos metros de donde juegan los niños, en el “patio trasero” de sus casas.

El petróleo es la utopía de los estudiantes de escuelas técnicas que aspiran a ser parte de la industria. Las operadoras revisan los mejores promedios, y tras un curso de seis meses, un año, los emplean en los pozos de perforación con salarios que cuadruplican el salario medio de un docente.

La promesa del “aluvión petrolero”, como ahora en Añelo, siempre generó expectativas de trabajo en los pueblos. En Rincón del Sauce,por ejemplo, a 200 km de la ciudad de Neuquén, con diez mil habitantes, que antes era un criancero de chivos y cabras, el petróleo impactó en el comercio; aunque el pueblo creció sin planificación, como si fuese un “campamento grande” dispuesto a sostener con infraestructura básica la sed del petróleo.

El petróleo también hizo más estridentes las diferencias, y también los recelos, entre quienes trabajaban en la industria y quienes, con ingresos mucho menores, debían adaptarse a un mercado que en la vida cotidiana ofrece sus productos de acuerdo al “standard petrolero”. Las experiencias de instalación de droga, prostitución y el juego, siempre presentados como “atractivos” en enclaves de salarios altos, también corrieron en paralelo al boom petrolero. No fueron gratuitos.

El “fracking”, la extracción no convencional que se hunde en la tierra en busca de la “última” reserva de gas y petróleo, es tema del día en Neuquén, y lo será por muchos años. La primera experiencia en la provincia la desarrolló la empresa Apache que exploró el “shale gas” en 2011. “Los resultados están siendo estudiados”, respondió la empresa a Clarín. Otras voces, en cambio, denunciaron que desde entonces cae agua contaminada en plantas y animales, y comenzaron nuevas enfermedades “que no sabemos de qué vienen”.

Clarín