En Villa Manzano, las recientes perforaciones de fracking provocan que un viejo pozo vierta petróleo en la chacra de una familia productora de peras y manzanas. Calvario con la empresa, responsabilidades institucionales y los aportes de quienes estudian estos impactos de la industria en el Alto Valle frutihortícola.
Por Martín Álvarez Mullally / OPSur.– La Laguna nos recibe con una guardia privada y una policial. La tranquera de la chacra tiene candado y monitoreo 24 horas. Adentro, entre los lotes de manzanos y perales se siente fuerte el olor a hidrocarburos. Las frutas de Norma Ramírez y Ricardo Albisu abastecen el mercado interno y también el de exportación, por lo que deben certificar calidad con rigurosos estándares.
En octubre de 2022 en La Laguna empezó a brotar petróleo de un viejo pozo convencional, el RN 136, del área Río Neuquén, propiedad compartida entre las empresas Pampa Energía, Petrobras e YPF, está última responsable actual de la operación. Desde entonces, la familia vive un calvario. Ni la empresa, ni la Secretaría de Ambiente les brindan información. No pueden dimensionar el alcance del daño, los riesgos para las chacras aledañas, ni las implicancias para la salud de la población. Norma y Ricardo denunciaron a YPF por contaminación ambiental y por negarles el acceso a la información. YPF, por su parte, denunció a la familia por obstaculizar las entradas y salidas del predio. Ante las denuncias cruzadas, la policía controla la tranquera de la chacra.
Luego de que Norma informó a YPF sobre el derrame, llegaron a la chacra dos ambulancias, dos camiones de succión, un colectivo con personal de la empresa, y empleados de la Secretaría de Energía, de la de Ambiente y del Departamento Provincial de Aguas, entre otros. El despliegue le generó a la familia más preocupación. Sin embargo, lo único que les comunicaron fue que lo habían solucionado.
A Ricardo lo intranquiliza que las napas están a menos de un metro de profundidad, que a seiscientos metros está el río Neuquén y que a dos kilómetros está el Dique Ballester, el sistema de riego más importante del Alto Valle. Se trata, además, de una zona de lagunas, dentro del predio familiar incluso se encuentra la que le da nombre a la chacra, a 200 metros del pozo del que brota petróleo.
Los equipos de la petrolera encontraron hidrocarburos tanto en agua como en suelo. “Es un pozo que no tuvo mantenimiento”, explica Norma. Luego de diez meses de trabajo, YPF retiró cientos de metros cúbicos de crudo, agua de formación y lodos empetrolados. En ese tiempo, la empresa no logró descubrir dónde estaba la pérdida y tiene la intención de hacer el cierre definitivo. Norma no puede creer que no hayan encontrado el origen de la surgencia, que siga contaminando y que vuelva a brotar a la superficie.
En la zona afectada los bins de fruta abandonados son dignos de una escena distópica. Ahora la superficie está cubierta de material calcáreo del que sale olor a petróleo. La válvula del pozo luce bien, está pintada, pero los caños viejos desenterrados están corroídos, tal y como se ven en las fotos que guarda Norma en su teléfono. Según sus sospechas, “abajo está todo podrido y el daño en el subsuelo debe ser mucho peor”.
“Cuando analizamos el derrame en la zona de Villa Manzano, cercana a las localidades de San Isidro y Barda del Medio, nos encontramos con una cantidad de pozos realizados en los años 70, 80 y 90 del siglo pasado”, explica el geógrafo Javier Grosso que estudia los impactos de la industria petrolera en la zona. Lo primero que evaluaron para entender qué estaba pasando fue la nueva actividad de fracking. Hasta mediados de junio YPF fracturó un pozo a unos 3000 metros del RN 136. “Este pozo que va a un reservorio de arenas compactas, nos hace pensar que puede existir una presión interna hacia los pozos viejos, lo que podría haber generado que brote crudo en la chacra”, propone Grosso.
A su vez, Agustín Gonzalez, ingeniero agrónomo y docente de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional del Comahue, en un trabajo con el Instituto de Ambiente de Estocolmo (SEI) están analizando los impactos del fracking en las tierras productivas del Alto Valle. La hipótesis de González, que coinciden además con bibliografías de estudios internacionales, también vincula la surgencia con las nuevas perforaciones. Según el ingeniero, puede haber interferencia entre las presiones de las fracturas de los pozos nuevos y la vieja infraestructura existente.
La preocupación del equipo de investigación se condice con la de Norma y Ricardo: por las napas superficiales la extensión del impacto puede ser mayor. “Tras diez meses de derrame contínuo, el acuífero freático de la zona puede estar afectado, por lo que sería muy importante hacer estudios en suelo y agua”, explica Gonzalez, que, a su vez, cuestiona que no se haya cuantificando hasta ahora el nivel de afectación ni seguido la pluma del derrame. Lo peligroso, según el ingeniero, es la proximidad del derrame con el río Neuquén y con el sistema troncal de riego que alimenta el Alto Valle de producción agroalimentaria.
Tanto Grosso como Gonzalez coinciden en que el caso de La Laguna es un llamado de atención, una alerta sobre derrames que pueden multiplicarse porque la zona está poblada de pozos viejos a los que no se les realiza el mantenimiento y los cierres correspondientes. Mientras el fracking se expande sobre áreas de histórica producción alimentaria, las instituciones de control deberían garantizar cómo mínimo un seguimiento riguroso y exhaustivo de sus consecuencias, reclaman los especialistas.
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