ABC de la Energía | ¿Por qué el gas no es un combustible puente?

La comprobación científica de que la quema de combustibles fósiles es la principal causante de la crisis climática sacudió el tablero de la industria energética durante las últimas décadas. Las potenciales limitaciones a la extracción de carbón, petróleo y gas impulsaron  a empresas y gobiernos a buscar nuevos argumentos para justificar el aumento de sus inversiones en esta industria. Uno de esos postulados destacó por sobre el resto: la idea de que el gas puede ser un combustible “puente” entre los fósiles y las energías renovables. 

Por Felipe Gutiérrez Ríos y Luciana Avilés / OPSur. Foto: Martín Álvarez Mullally

El discurso puentista

El discurso puentista se basa en la controvertida idea de que la utilización de gas genera menos gases de efecto invernadero. Utiliza como dato las menores emisiones de dióxido de carbono (CO2) que genera la quema de gas en comparación con el carbón y presenta al primero como un combustible “limpio”. Lo que oculta este argumento es que el shale gas se compone mayormente por metano (CH4)  que se libera a lo largo de los procesos de extracción y transporte. El metano es un gas de efecto invernadero que atrapa más calor en la atmósfera que el dióxido de carbono y es responsable -de acuerdo al IPCC- de aproximadamente el 25% del calentamiento de las últimas décadas. 

Estados Unidos es el epicentro de la explotación mundial de gas. En la Universidad de Cornell, una de las más prestigiosas de ese país, un equipo liderado por el biogeoquímico Robert Howarth investiga las consecuencias climáticas de la explotación masiva de hidrocarburos no convencionales en ese país. Para eso, analizan el ciclo completo de emisiones de metano del shale gas que se explota a través de la técnica de fracking en reservorios no convencionales como el de Vaca Muerta. Esto significa que considera tanto  la realización de la fractura, como la producción de los pozos, su procesamiento, almacenamiento, transporte y consumo. 

La investigación concluye que durante el ciclo completo del gas shale, el 3,4 % se escapa a la atmósfera sin ser capturado ni utilizado. Estas emisiones fugitivas representan el 40% del aumento global total de las emisiones de metano. Recordamos que este elemento posee un potencial mayor de captura de la radiación solar que llega a la Tierra, por lo tanto se convierte en un factor clave para comprender el aumento de la temperatura global.

Otro aspecto sobre el que llama la atención el equipo de Howarth son las emisiones que provoca su intercambio comercial. La principal forma de importación global del gas es como Gas Natural Licuado (GNL), lo que implica una serie de procesos que también generan emisiones. Para su transporte, el gas se enfría a aproximadamente -161°C hasta convertirse en líquido, se traslada en barcos cisterna y, al llegar a su destino, se regasifica. El ciclo total del gas genera entonces mayores emisiones que otros fósiles. Por ejemplo, en un escenario a 20 años, la emisión de carbono del GNL es un 33% más alta que la del carbón.

Se utiliza el marco temporal de 20 años, debido a que el metano atrapa más calor en la atmósfera que el dióxido de carbono en particular en las primeras décadas luego de su emisión. Por su parte el dióxido de carbono persiste durante un mayor tiempo. Esa diferencia temporal es la que ha llevado a buscar justificar al metano como un gas más “limpio” que el CO2. 

Ahí se encuentra la mayor contradicción de la idea del gas como combustible puente. Se justifica su utilización para asegurar la transición, pero su incidencia como gas de efecto invernadero es más alta que la del petróleo y el carbón en el corto plazo: justo en el periodo en donde debería hacerse esa transición. Aún así, de acuerdo a los estudios de Howarth, también en un escenario de 100 años las emisiones de carbono del GNL son más altas que las del petróleo y el carbón. 

¿Quién dice que el gas es un combustible puente?

El gobierno norteamericano y algunas de sus empresas son quienes tienen mayor interés en promover el gas a nivel global. Desde la utilización masiva de la técnica del fracking a comienzos de este siglo, Estados Unidos revirtió su condición de importador de energía y se transformó en el mayor exportador mundial de gas. La Secretaría de Estado de ese país comenzó en la década de 2010 a promover a nivel global la utilización de la técnica del fracking, facilitando el desembarco de empresas norteamericanas como Chevron en distintos lugares del mundo. Este impulso al gas le permite, además, minar la influencia de los históricos países productores de petróleo que integran la OPEP.

En Argentina, la política del gas como combustible puente tuvo un amplio respaldo de los principales sectores políticos. Los distintos gobiernos tuvieron continuidades con matices de su política pro fracking y transformaron la explotación en Vaca Muerta en una política de Estado, en parte gracias al discurso del gas como combustible puente que legitimó su explotación. La consolidación de sectores políticos que niegan el cambio climático a nivel global -como Donald Trump- y local -como Javier Milei- puso en un segundo plano este debate, sin embargo esta idea sigue siendo muy relevante dentro del lobby empresarial y político.

Más allá de lo que dicen estos discursos, lo cierto es que la Argentina ya hizo la transición energética hacia el gas. A lo largo de toda la segunda mitad del siglo XX esta fuente creció más y más en desmedro del petróleo y otras formas de generación. En la actualidad, el 53% de la energía que consumimos proviene del gas. Además, aunque se promueva como una forma de conducirnos al puente, Vaca Muerta ha tenido orientación primordial hacia el petróleo durante los últimos años. En ese contexto, el discurso del “puente” se deshace y es solo eso: un elemento propagandístico para legitimar la explotación petrolera en un contexto de cuestionamiento global a la extracción de hidrocarburos.

*Esta publicación es la tercera de la secuencia ABC de la Energía, un trabajo de OPSur de sistematización de conceptos básicos sobre la energía. Leé el segundo artículo:

ABC de la Energía | ¿Qué es el fracking?