Eduardo Gudynas.- En efecto, varios vecinos siguieron la estrategia de los “dos pasos” en el manejo de los recursos naturales. El primero fue nacionalizar o retomar el control sobre la extracción, colocándolo en manos de empresas estatales. Bajo el segundo paso, el Estado capturaba mayores proporciones de los excedentes que las empresas antes remitían como utilidades al exterior.
Ese empuje se registró especialmente en Bolivia y Venezuela, seguidos por Ecuador. La captación de recursos aumentó radicalmente pero el desempeño productivo comenzó a enfrentar problemas. Como respuesta, los gobiernos tejieron nuevos tipos de acuerdos que permitieron el regreso de las grandes transnacionales del petróleo. Es así que en Venezuela hoy operan, por ejemplo, Chevron o Total. Además se sumaron nuevos actores, como la gigante estatal petrolera china CNPC. Poco a poco, a veces disimuladamente, las transnacionales estaban de vuelta.
El viraje más impactante ha tenido lugar en Argentina. Allí, el gobierno de Cristina Kirchner retomó el control de la petrolera YPF en mayo de 2012, desplazando a la española Repsol. La medida fue festejada como ejemplo de las llamadas estrategias de desarrollo nac-pop (nacional y popular). Pero para sorpresa de muchos, un año después, esa YPF estatal acordó asociarse con Chevrón de EE.UU., la que le inyectará US$ 1240 millones para explotar hidrocarburos no convencionales.
La medida ha despertado una polémica intensa dentro de Argentina, ya que se vuelve a un modelo de negocios transnacionalizado. Pero además, es para explotaciones no convencionales, las que tienen fuertes impactos, y que en varios casos están dentro de tierras indígenas. Dramas similares a los que se viven en los Andes.
Esto muestra que no es sencillo alcanzar una verdadera nacionalización sobre los recursos naturales, que se ha subestimado el poder de las redes globales de capital, y que, sobre todo, siguen faltando ideas innovadoras para salir de los vicios del viejo desarrollo.