Después de una pausa en 2016 volvemos al ruedo con Fractura Expuesta, y lo hacemos con el mismo espíritu que guió cada una de las ediciones anteriores: ampliar los horizontes de intervención, retomar debates y promover otros. Detrás de éstos aparece, siempre, el objetivo inicial de fijar posición ante la quimera del fracking y de los yacimientos no convencionales.
Por eso empezamos por Vaca Muerta, que de alguna manera es la marca de origen de Fractura. Ese punto de referencia hace tiempo que dejó de ser sólo una formación geológica, sólo un proyecto energético, y emergió desde las profundidades de la tierra como un mega proyecto con implicancias locales y regionales. En la edición anterior nos preguntábamos ¿y si la Vaca se cae?, en un entorno de profundo descenso de la cotización internacional del barril de crudo y de estancamiento en el desarrollo del proyecto estrella. La incertidumbre se mantiene como una constante, aunque ahora el interrogante es otro: ¿quién gobierna lo ingobernable? A partir de esa pregunta se dispara el análisis del rol del Estado nacional y de la petrolera de bandera tras la llegada de Cambiemos y del empresario Mauricio Macri a la Casa Rosada. Aparecen continuidades y rupturas respecto del kirchnerismo, en un proceso donde el mercado toma la posta en ciertos aspectos, el Estado garantiza condiciones de acumulación y gobernabilidad, y el pueblo ve reducida su participación en la renta petrolera, a partir de la quita de los subsidios al consumo y el aumento de las tarifas energéticas. Un castigo más a los bolsillos para financiar la aventura no convencional.
Vaca Muerta sigue en el horizonte de autoridades nacionales y provinciales, de empresarios locales y trasnacionales. En el transcurrir de las rondas de negocios su nombre ha perdido la connotación negativa con que carga la muerte y devino sinónimo de una titánica empresa, que aunque avanza mucho más lento de lo vaticinado por el relato oficial, transforma profundamente el territorio. Transformaciones que confirman el imperativo de dar un profundo viraje, de avanzar en otra dirección. Y a partir de esa premisa vamos desandando el laberinto, abriendo la mirada hacia Argentina y Latinoamérica.
Uno de los recorridos posibles, propuesto en esta edición, nos adentra en la necesidad de modificar la matriz hacia modelos más limpios, más justos, más equitativos, que permitan el acceso seguro y asequible. Una tarea pendiente y urgente, viable en la medida en que se comprenda a la energía como derecho humano, no como una mercancía. Y para esa tarea, los sindicatos no sólo tienen los conocimientos sino también la capacidad estructural para superar el cerco técnico y dar el salto político.
Como cada pueblo posee culturas políticas diferentes, el rol de los sindicatos al interior de ellos presenta características distintivas: en su relación intergremial, en su vínculo con el Estado a diferentes niveles –local, provincial o nacional. Entender el rol de las y los trabajadores de la energía en esos contextos nos permite pensar posibles alianzas y estrategias a nivel regional. Esa fue la premisa de la que partimos al momento de pensar el apartado Sindicatos y Energía. Retomar la senda recorrida por la Federación de Trabajadores de la Energía de la República Argentina en la lucha para conquistar la tarifa social en la provincia de Buenos Aires y su prédica sostenida para que se comprenda que el acceso a la energía debe ser considerado un derecho humano, porque ello determina, en buena medida, las condiciones de vida de la población.
Una perspectiva compartida por la Agrupación de Funcionarios de la Administración Nacional de Usinas y Trasmisiones Eléctricas (AUTE) que, desde la otra orilla del Plata, enfatiza que el control de las fuentes por parte de empresas públicas es fundamental a la hora de pensar en términos de justicia energética. Advierten que un proceso de diversificación de la matriz hacia fuentes limpias y renovables en manos del sector privado puede reducir emisiones de gases de efecto invernadero y la polución ambiental, pero simultáneamente profundizar las inequidades sociales, consecuencia de un fuerte proceso de mercantilización de la energía y de la expoliación de las arcas públicas.
Y desde la nunca lejana Colombia, la Unión Sindical Obrera de la Industria Petrolera (USO) y la Federación Unitaria de Trabajadores Mineros, Energéticos, Metalúrgicos y Químicos, de las Industrias Extractivas, Transportadoras y similares (Funtramiexco), nos recuerdan
un principio elemental, muchas veces olvidado: los y las trabajadoras también somos parte del territorio.
El otro recorrido propuesto en esta quinta Fractura Expuesta se adentra en la Economía
Verde, un camino sin salida. La palabra “verde” como un lugar común cada vez más importante en discursos e iniciativas políticas, corporativas y de organismos internacionales. Una línea de intervención sobre la problemática ambiental impulsada desde parte de las elites del capitalismo central. Como resalta el sociólogo José Seoane, autor del artículo que abre el apartado, esto “no sólo supone una profundización y agravamiento de la cuestión social y ambiental, sino que asimismo promueve una manera particular de entender e intervenir sobre este deterioro y destrucción del ambiente y las condiciones de existencia de la vida humana y no humana. Propone así una propia política ambiental neoliberal”.
En el arsenal metodológico “verde” desplegado por estos sectores, aparece la transformación democrática de conflictos, cuyo propósito es naturalizar el relato oficial (gubernamental/empresarial) de que no hay salida por fuera de los proyecto extractivos y que la mejor perspectiva posible es participar de manera “justa” de sus beneficios. Todo esto rodeado de una retórica que suena bien porque es flexible: puede ser progresista o conservadora de acuerdo a los interlocutores, y hasta logra ocultar que es una herramienta de construcción de consensos en favor del extractivismo. Una línea de intervención explorada en los primeros años del 2000 para intentar desarticular la oposición a la megaminería en Esquel, e implementada en Neuquén para allanar el camino a Vaca Muerta.
Siguiendo por los senderos de la Economía Verde exploramos la responsabilidad social empresaria, que lejos de la difundida humanización corporativa, no se plantea superar la condición desfavorable de quien recibe la ayuda, sino que su objetivo es apenas una fachada detrás de la que esconden fines menos altruistas. Como se desliza en el artículo, estas estrategias no sólo permiten que, paradójicamente, “quien ofrece la ayuda sea también quien obtiene los principales beneficios”; sino que deben ser comprendidas “parte constitutiva del proceso productivo (…) con una función estratégica en la administración del conflicto social”.
La última escala en este recorrido es en una sección que hace a nuestra identidad, Latinoamérica debate, en la que ponemos el foco en procesos cruciales para la región. En esta oportunidad se trata de Colombia y las diversas posiciones frente a la construcción de la paz. Un artículo que dialoga y complementa con el testimonio de los referentes de la USO y Funtramiexco. “Con la paz, aquellos territorios con conflicto y difícil acceso serán lugares donde los proyectos de hidrocarburos, mineros y de energía serán una realidad”, fue el leit motiv de los intereses empresariales y gubernamentales promotores de la pax extractivista. Sin embargo la apuesta de amplios sectores de la sociedad es construir un país sobre nuevas bases democráticas y con mayor justicia social y ambiental, lo que se ha evidenciado en las luchas emprendidas por la población de varios municipios que lograron frenar el avance de proyectos extractivos. Este auge de la democracia participativa amenaza la viabilidad de los planes que el gobierno colombiano tenía para el posconflicto, que incluso se había negado a discutir con los grupos insurgentes. Un proceso para seguir atentamente.
De esta manera surcamos los debates que conforman el laberinto de la cuestión energética
que, en última instancia, es un debate sobre nuestros modelos políticos. Buscamos, así, dar perspectivas, que no están cerradas, y que se definen en la misma dinámica de los procesos sociales, pero que nos sirven para dar luz sobre posibles salidas: las falsas y las transformadoras.
Que sea movimiento.