Por OPSur.- Renán Vega Cantor es un reconocido historiador y economista colombiano, Doctor por la Universidad de París VIII, y profesor titular de la Universidad Pedagógica Nacional de Bogotá. Ha publicado numerosos artículos y libros, entre los que se destaca Un mundo incierto, un mundo para aprender y enseñar (2007), galardonado en 2008 por la República Bolivariana de Venezuela con el Premio Libertador al Pensamiento Crítico. En la actualidad se encuentra exiliado en Argentina, debido a una campaña de difamaciones promovida desde el seno de la universidad -con complicidad de las autoridades académicas-, que tiene por objetivo acallar su compromiso intelectual y militante, y que recientemente incluyó amenazas directas contra su vida. Afortunadamente, y a pesar de lo lacerante del exilio, Renán no ha dejado de trabajar y de ayudarnos a analizar y comprender la realidad en pos de su radical transformación. A continuación presentamos la primera parte del diálogo de más de dos horas que mantuvimos con él, a propósito de la crisis económica mundial que atraviesa el capitalismo, la emergencia de una “crisis civilizatoria” como producto de la depredación de los ecosistemas y los bienes comunes naturales –entre los que se encuentran los hidrocarburos-, y los desafíos que esta situación plantea a las fuerzas anti-capitalistas.
Renán Vega Cantor. Fuente: 45-rpm.net
Los análisis de la actual crisis económica revelan la existencia de tres lecturas diferentes: una que la asume únicamente como financiera, producto de la irresponsabilidad de los Estados y la avaricia de especuladores individuales; otra que sostiene que la misma tuvo un origen financiero, pero que ahora se ha trasladado a la “economía real”, al sector productivo, que es entendido como un ámbito virtuoso de valorización de capital; por último, la que explica la situación actual como resultado emergente de una crisis de larga duración, que se remonta a la década de 1970. ¿Qué opinión te merecen estas diversas interpretaciones, y cuál es tu lectura de la crisis?
En primer lugar, la crisis se prolonga más de lo previsto porque cuando se inició en el 2007-2008 se dijo que iba a ser de muy corta duración, que rápidamente se iba a superar. Y efectivamente empezó a ser analizada como un fenómeno coyuntural por una parte y, por otra parte, como exclusivamente financiero. Y lo llamativo es que se impuso un punto de vista extraño en la lógica neoliberal, porque se viene anunciando, desde que la vulgata neoliberal se ha constituido en la forma dominante del capitalismo contemporáneo, que no existe sociedad sino solo individuos, que éstos son el centro de la vida y con su accionar personal y subjetivo maximizan no solamente riqueza para ellos, sino para el conjunto de la sociedad. Entonces, se exaltó el individualismo como la máxima expresión de la libertad humana. En términos económicos, eso quería decir que los individuos podían enriquecerse, recurriendo a los mecanismos que se les antojaran y, al final, lo importante es que fueran exitosos. No interesa si para ser ganadores se deben matar a miles de personas. Si un individuo lo puede hacer y eso le produce ganancias, en la lógica neoliberal eso no es problemático, porque simplemente hay que eliminar las interferencias que impiden la maximización de ganancias de los sujetos individuales.
Esta forma de ver el mundo o la sociedad se impuso en los últimos 25 años y resulta paradójico que cuando sucede la crisis, las primeras explicaciones digan que ésta es un resultado de las acciones desmedidas e irresponsables de ciertos individuos. En la lógica que se impuso esta explicación suena, por decir lo menos, extraña. Y sin embargo, esa es una de las explicaciones que se ha impuesto y sigue siendo dominante entre muchos teóricos próximos al neoliberalismo que durante 25 años nos dijeron exactamente lo contrario. Esta es una explicación, por supuesto, profundamente interesada, que desconoce el funcionamiento del capitalismo como un sistema contradictorio en el cual las crisis son una expresión del mismo sistema. Porque esa misma explicación neoliberal durante mucho tiempo nos vino diciendo que prácticamente las crisis tradicionales del capitalismo ya estaban superadas. En los Estados Unidos, desde la década de 1990 se decía que las crisis tradicionales eran cosa del pasado y, cada vez que se presentaba una crisis, se indicaba que eran episodios un poco “accidentales”, pero que el sistema seguía funcionando tal cual. Esta explicación choca contra la dura realidad, primero porque la crisis se ha prolongado más de lo previsto, y las soluciones planteadas por esta perspectiva no han atacado a fondo el problema. Soluciones que, entre otras cosas, ponen también en cuestión los mismos parámetros neoliberales, uno de los cuales sostiene que el Estado es ajeno a los problemas económicos y, entre menos intervenga, mucho mejor para que el mercado se pueda regular por sí mismo. Cuando sobrevienen estas crisis, desde la década de 1990, primero la del famoso “.com”, de las nuevas tecnologías, y luego la inmobiliaria, que ahora ha estallado. En todos estos casos, es al Estado al primero que se le llama para salvar la economía capitalista. Y eso también contradice los postulados neoliberales. El neoliberalismo tiene una particularidad: no es para nada autocrítico, y hace a un lado sus propias explicaciones y recurre a una especie de “keynesianismo no reconocido”, en el cual el Estado vuelve a tener un papel fundamental en la solución de la crisis, por supuesto a favor de los sectores más poderosos y responsables de la misma. Teóricamente, esta explicación no solamente es frágil, sino que políticamente pretende mantener al neoliberalismo como si nada hubiera pasado. Es decir, que se haga un poco “borrón y cuenta nueva”, que se siga adelante, y se vuelva a la vieja dinámica neoliberal, tal y como funcionó aparentemente de manera armónica hasta el 2007-2008. En términos teóricos y políticos esta explicación, para mí, es profundamente frágil y contradictoria, y lo que pretende es recomponer el neoliberalismo.
Hay otra explicación que, como usted dice, se remite al mundo financiero y también es, de alguna forma, prisionera de esta primera perspectiva. Además, parte de una visión dicotómica, en la que se concibe al capitalismo como escindido en dos esferas separadas: el mundo financiero y el mundo productivo. Y se agrega que el mundo financiero es el de la corrupción, el de la especulación, es algo así como el “capitalismo malo”. Pero el mundo productivo es “bueno”, “armonioso”, y de lo que se trata es de volver a imponer este capitalismo positivo, o que la hegemonía la tenga este sector del capitalismo “bueno”.