Es interesante lo que planteás con respecto al enfoque histórico de la crisis, porque desde las ciencias sociales siempre hay un afán por presentar “novedades”, una necesidad de postular que hay cosas “nuevas”, cuando muchas veces nos encontramos frente a tendencias que se exacerban en esta etapa del capitalismo. Por ejemplo, si hablamos de “globalización”, en realidad el capitalismo no puede pensarse desde sus propios orígenes si no se lo entiende como un sistema tendencialmente mundial; por otro lado, la financiarización también aparece un fenómeno recurrente –como demuestra el trabajo de Giovanni Arrighi, El largo siglo XX, donde él plantea que en realidad que todos los ciclos del capitalismo histórico en los últimos cinco siglos, alternan etapas de crecimiento de la producción, con otras caracterizadas por una creciente financiarización del ciclo de acumulación-. Por supuesto que esta historización, que nos lleva a remarcar un sinfín de continuidades, no debe hacernos perder de vista la existencia de fenómenos novedosos, dialécticamente relacionados con aquellas. ¿De qué manera confluyen y dan forma a una “crisis civilizatoria”?
Primero, la exégesis de la coyuntura es una muestra del efecto nefasto del neoliberalismo sobre los economistas. Yo creo que esta crisis debería servir para una autocrítica del pensamiento económico dominante y hegemónico, porque justamente una característica de la economía que se enseña es presentar el capitalismo como un sistema natural, incluso ni siquiera se emplea ya el término “capitalismo”. Con la crisis se ha vuelto a poner sobre el tapete la actualidad de la discusión sobre el término capitalismo, ya que cuando se habla de “economía de mercado” se presenta al capitalismo como un sistema no-histórico, como algo natural. En concordancia, a los economistas no se les dota de instrumentos de análisis histórico y, por eso, ellos viven prisioneros de la coyuntura, lo cual no solamente evidencia una crasa ignorancia sobre los procesos históricos reales, sino que impide entender lo que está pasando. Por ello, cada nueva crisis aparece como algo extraordinariamente novedoso en términos económicos y en términos financieros, porque no se tienen en cuenta las razones estructurales e históricas de cómo funciona el sistema capitalista. El “culto a la coyuntura” no solamente lo profesan los economistas, sino que se ha impuesto en todas las disciplinas y viene mediada por la lógica periodística, que le rinde pleitesía a lo instantáneo, al presente perpetuo que se disuelve a cada minuto, como si cada una de las cosas que suceden se explicaran por sí mismas, sin ninguna referencia con el desenvolvimiento temporal, en la larga duración, de los procesos. Creo que es necesario enfatizarlo porque la mayor parte de los economistas no han sido autocríticos y se han mostrado incapaces de asumir sus propias limitaciones teóricas y analíticas. Es decir, el desarme durante 25 años, en todo el mundo, del pensamiento crítico tiene una consecuencia negativa para el pensamiento económico: la incapacidad de entender y de explicar lo que está pasando.
Y con relación a la crisis civilizatoria, resulta llamativo lo siguiente: el proceso de expansión mundial del capitalismo, que ha copado hasta el último rincón del planeta –ahora sí no es una afirmación metafórica-, tiene efectos, porque estamos asistiendo a la imposición capitalista que necesita, para poder funcionar, del consumo intensivo de materiales y de energía. Eso hay que resaltarlo, porque los economistas miran a esos factores no propiamente económicos como “externalidades” que valen cero, que no tendrían precio y, por lo tanto, nunca se tienen en cuenta. Hoy mismo ese análisis muestra todas sus limitaciones. Porque la expansión mundial del capitalismo a partir de la explotación intensiva de materiales y energía, destruye las bases que posibilitan la reproducción del sistema o, en otros términos, ponen en cuestión su misma reproducción. Y aquí es necesario recuperar un término que utiliza Marx en El Capital, y ha retomado James O’Connor, que es el de “condiciones de producción”. ¿Cómo las condiciones de producción permiten que el capitalismo funcione? ¿Qué son estas condiciones? Para que el capitalismo funcione no solamente se necesita fuerza de trabajo, sino también se requiere del medio natural: las aguas, el aire, los recursos forestales, la infraestructura que se construye a partir del medio natural. Esas condiciones naturales –en el sentido que tienen que ver con el medio físico y sus bienes comunes- permiten que el capitalismo funcione. Si esas condiciones no se pueden reproducir, pues entra en crisis el mismo sistema capitalista. ¿Cómo puede funcionar el sistema capitalista con la destrucción acelerada de los ecosistemas, con la contaminación de las aguas, con la desaparición de los bosques y selvas del mundo? Estos son aspectos que emergen de manera crítica y generalizada en los tiempos actuales. No quiere decir que la destrucción ambiental sea nueva, siempre ha acompañado al capitalismo, pero como hasta no hace mucho tiempo el capitalismo contaba con reservas naturales para explotar, porque no estaba colonizado todo el mundo, la destrucción se eludía acudiendo a las nuevas reservas. Ya no hay reservas posibles en el mundo. Las grandes selvas del planeta están siendo destruidas de manera acelerada, empezando por la selva amazónica, o por las de Borneo en Indonesia, que también es un lugar de biodiversidad muy importante. Todo eso está siendo colonizado y destruido y, entonces, emergen esos problemas ambientales, que no son en realidad nuevos. La única novedad radica en que ahora son de una magnitud inédita.
También emerge otro problema que no es nuevo, pero que el capitalismo pretendía haber superado: el abastecimiento alimenticio. En términos históricos hay corrientes analíticas que hablan de los “motines de subsistencia” como una característica del mundo pre-capitalista. Algunos de estos autores señalan que las crisis siempre han acompañado a la humanidad. Sin embargo, existe una diferencia entre las crisis capitalistas y las pre-capitalistas, porque las primeras responden al mismo funcionamiento estructural del sistema, como algo interno y endógeno, mientras que las crisis pre-capitalistas se originarían en factores externos a lo económico. Aclaremos el asunto con un ejemplo: las grandes hambrunas medievales que tienen un gran impacto demográfico, ¿a qué se debían? Al hecho de que se destruían los alimentos por la acción de una plaga, de una sequía, porque llovía más de la cuenta o por fenómenos similares. Y eso paralizaba o impactaba el funcionamiento económico del sistema feudal. Pero esa crisis alimenticia no era un resultado del mismo funcionamiento de ese sistema, aunque se expresara en la carencia de alimentos, lo que originaba motines, protestas y rebeliones, hechos que los historiadores han llamado “motines de subsistencia”. Es decir, la causa fundamental que explica esos motines es la carencia de alimentos, que lleva a la gente a insurreccionarse porque está siendo atacada por el hambre. En otros tiempos no muy lejanos, se decía que ese tipo de protestas eran propias de la economía pre-industrial, pero al emerger la sociedad industrial capitalista se dejó de hablar de las “crisis de subsistencia”, y se dijo que eso era cosa del pasado. En el 2008-2009 reaparecen masivamente los motines de subsistencia, que se presentaron en más de 50 países. ¿Por qué se vuelven a presentar en ese momento? Algunos dirán que es casual, o que es un resultado del aumento en los precios de los alimentos, lo que a su vez se explica por factores especulativos. Me parece que tal explicación oculta la razón de fondo. Sí, claro que hay especulación con los precios, y hay monopolio en la comercialización de alimentos, eso es innegable. Pero ese es un factor aparente y secundario. El factor fundamental estriba en el tipo de agricultura que se ha establecido y cómo funciona: es una agricultura petro-dependiente, es decir, que opera en gran medida por las inversiones en agroquímicos, en fertilizantes, que se producen a partir del petróleo. Y todo el ciclo de la producción agrícola está determinado por los precios del petróleo, y por lo que pasa con esta energía fósil. En esa medida, la dependencia energética pone en cuestión un modelo de agricultura.
Agrocombustibles. Fuente: enpositivo.com
Al respecto, es bueno recordar el carácter contradictorio de la agricultura capitalista por excelencia, que es la de los Estados Unidos. Si la agricultura de este país se analiza en términos estrictamente económicos, uno puede estar de acuerdo con los análisis convencionales de los economistas que la exaltan como la agricultura más productiva que jamás ha existido. De ahí deducen que el capitalismo puede vivir sin agricultura campesina, la agricultura se puede tecnificar al máximo –en Estados Unidos solamente el 2 por ciento de la población económicamente activa se dedica a la agricultura-, se pueden usar todo tipo de innovaciones tecnológicas, la tierra se puede tratar como cualquier otro medio productivo y los resultados, en términos económicos, son espectaculares. Como resultado de todo ello, Estados Unidos exporta sus excedentes agrícolas a muchos países del mundo. Pero esta es una visión terriblemente economicista, y muy limitada. Si tenemos en cuenta no los costos económicos, sino los costos ambientales, esta agricultura es la peor de todos los tiempos. Esto se demuestra con cifras muy elementales: con la inversión energética de entrada y con el resultado energético al final, que es el análisis que propone la economía ecológica. ¿Cuánta es la cantidad de energía que se invierte para producir una tonelada de trigo, y al final en términos energéticos cuanto representa esa tonelada? Quienes han estudiado el fenómeno concluyen que ya se está casi equiparando, que hay que invertir tanta energía para producir esa tonelada de trigo, como la que aparece expresada en la tonelada final de trigo. Como quien dice, energéticamente hablando, es una agricultura absolutamente improductiva –si pudiéramos utilizar el término en este ámbito- e ineficaz. Pero claro, como la lógica que se ha impuesto es la de una agricultura con una fuerte inversión en derivados del petróleo, eso no importa, porque se supone que se va tener petróleo por siempre. Aquí hay un problema estructural, puesto que se está hablando de una crisis alimenticia, que está relacionada con la crisis energética, que es, a mi modo de ver, el elemento central que explica esta crisis civilizatoria. ¿Y por qué decimos que es el elemento central? Porque se ha construido un tipo de capitalismo que se basa en la explotación intensiva de energías fósiles, y principalmente de petróleo, algunos hablan de un tipo de capitalismo petrolífero, que ha existido en el último siglo y que ha posibilitado todo lo que nosotros conocemos en la civilización moderna: grandes ciudades con sus rascacielos, autopistas, automóviles… Todo eso está relacionado con esa fuente energética, que también soporta una crisis terminal. Por eso, yo creo que el eje explicativo de la crisis está ahí. Algunos dirían que esta es una postura típica de un determinismo energético, pero la cuestión estriba en que cualquier sistema sólo puede funcionar con energía, como lo ha demostrado la termodinámica. No puede haber móviles que funcionen sin energía, como dirían los teóricos de la termodinámica. Este es un aspecto fundamental, al cual le huyen la mayor parte de los analistas y de los economistas, en virtud de que predomina una mirada mágica del asunto, Yo me rio cuando leo análisis, incluso de economistas de izquierda, que no tienen en cuenta la disposición energética. Más o menos, sin caricaturizar, se supone que un determinado patrón energético intensivo en petróleo, como el que hoy existe, puede sustituirse fácilmente, casi por decreto, por otro patrón energético y las cosas seguirán siendo como hoy las conocemos. Esa sí es una mirada absolutamente lunática, demencial, y yo diría que suicida, sin nexos con la realidad.
Además, esta crisis energética aparece ligada a otro elemento fundamental de la crisis civilizatoria, que se podría denominar, aunque el término no sea muy riguroso, como “crisis climática”, porque las transformaciones climáticas están relacionadas con los efectos nefastos del modelo energético basado en el petróleo, que produce gases de efecto invernadero y han trastocado el clima planetario como nunca antes había sucedido en la historia humana. Para demostrarlo solamente hay que mirar a nuestro alrededor, y comprobar el impacto de huracanes, tifones, sequías y trastornos climáticos cada vez más destructivos, como pudo notarse en Nueva York, inundada hasta en Wall Street.
En conclusión, tenemos una explosión paralela de un sinnúmero de crisis que hacen que la situación actual sea distinta a todo lo que se ha presentado anteriormente. Por eso esa razón, creo que es necesario pensar la crisis desde otra lógica, no estrictamente económica ni financiera, que no se centre exclusivamente en el ciclo económico, sino que tenga en cuenta otras dimensiones que se han hecho actuales, precisamente porque el capitalismo se ha expandido por todo el mundo y ha colonizado hasta los últimos lugares, sin que le quede alguno para sortear este tipo de problemas.