José Rigane, secretario general de la Federación de Trabajadores de la Energía y secretario adjunto de la CTA-A, analiza la actual crisis. Sostiene que el modelo fracasó porque responde a intereses mercantiles y no reconoce a la energía como un bien social. Para revertir esta situación, postula que lo primero que se requiere es recuperar la soberanía política, para después dar vuelta a los conceptos de la democracia liberal en nuestro país “y, por lo tanto, tratar la energía como lo que es: un bien social, un derecho humano, un problema de todos y, en ese contexto, terminar con la dependencia”.
Por: OPSur
-¿Consideras que hay una crisis energética en el país?
Indudablemente este modelo energético ha fracasado y está en una profunda crisis, porque es un modelo basado en la privatización y, fundamentalmente, en la extranjerización, que se puso en marcha en la década del ´90. Como modelo responde a los intereses del sistema capitalista y tiene como objetivo sustancial tratar la energía como una mercancía, sin reconocerla como un derecho y como un bien social.
Pero resulta que la energía es insustituible, no es como un paquete de fideos, que podés remplazar por un kilo de arroz o de papas. Sin electricidad, agua y gas no hay vida digna. Para nosotros se trata de un bien social, de la misma manera entendemos que es un derecho humano. Pero este modelo no contempla ninguno de esos aspectos y lo que sí contempla es a la energía como un instrumento para tener ganancia por parte de las empresas multinacionales de la manera más rápida y concreta posible. Y para esto, el Estado ha funcionado como un Estado bobo, que inclusive le ha pagado a las empresas el barril de petróleo a un precio superior a lo que existe a nivel internacional, lo que demuestra que las empresas han logrado lo que cualquier multinacional pretende: una renta extraordinaria.
Entonces claro que hay crisis, porque a pesar de todo eso tenemos corte de energías si llueve, si hace calor, si hace frío, si hay sequía. La crisis permanece, se desarrolla, se acrecienta en tanto y en cuanto no cambiemos este modelo energético que tenemos en Argentina, que es de supeditación, entrega y pérdida de la soberanía.
-¿Cree que hay un atraso de la reconversión de la matriz energética, que hoy depende casi en un 90% de hidrocarburos?
Nosotros necesitamos una diversificación de la matriz energética más allá de la discusión que hay: si hidroeléctrica sí, hidroeléctrica no; si nucleares sí o nucleares no, etc. Lo concreto es que tenemos tender hacia una matriz diversificada, pero eso solamente lo puede hacer un pueblo que recupere la soberanía popular, para después discutir qué es lo que nos conviene desarrollar, que es un poco lo que no termina de entender la gran urbe capitalina. No ve y no siente lo que es capaz de provocar el extractivismo, no lo entiende como una consecuencia nefasta para el pueblo argentino, de la misma manera que no ve lo que significa la contaminación de los ríos o en la cordillera. Pero aquellos que viven en esas regiones se manifiestan y por supuesto pelean, luchan, se movilizan contra una política que les hace un daño profundo.
Entonces está muy claro que la diversificación de la matriz energética viene de la mano de recuperar la soberanía popular y de recuperar la soberanía energética. En esa dirección, seguramente los argentinos nos vamos a dar una matriz compensando con energías alternativas que nos permitan tener una ecuación mucho más equitativa y que nos pongan lejos de la dependencia del petróleo y del gas que no tenemos, y que además de no tenerlo, seguimos permitiendo que se exporte.
El capitalismo verde de Macri
-¿Consideras que el macrismo transformó a las energías renovables en una línea de negocio?
Sin lugar a dudas. El sistema capitalista ha desarrollado la economía verde, que tuvo un verso que yo lo asemejo, en términos laborales, a la iniciativa que se desarrolla a nivel internacional con el trabajo decente. O también la utilización del vocablo sustentable, que muchas veces lo terminamos usando todos nosotros sin darnos cuenta que es una frase creada por los organismo internacionales, y que queda bien en cualquier lugar donde lo pongamos.
El macrismo hoy está desarrollando una iniciativa política que tiene como objetivo central hacernos creer que se ocupa del medio ambiente, que se ocupa del clima, que se ocupa de la energía alternativa; pero en realidad de lo que se ocupa centralmente es de generar negocios sobre todo, y en particular para quienes poseen la tecnología de estas energías, que son los Estados Unidos.
-Revisando la política energética del gobierno, ¿qué continuidades y rupturas tiene el macrismo respecto del kircherismo?
No hay diferencias sustanciales, porque los dos trabajan para los grupos multinacionales y su recaudación. En mi opinión personal, el kirchnerismo lo que hizo fue profundizar el modelo y trabajó en función de los intereses de la multinacionales, aunque trató de tener un relato que buscaba demostrar lo contrario. Por eso desarrolló la política de los subsidios, que mantenían la tarifa final congelada, pero era plata de los argentinos la que terminaba yendo a las manos de los grupos multinacionales. ¿Qué hizo Macri? Trata de mostrar que quita los subsidios, pero entonces le mete la mano en el bolsillo a los usuarios. Le saca esa plata que no viene por el subsidio sino en forma directa de los bolsillos de los usuarios, y la transfiere directamente a los grupos multinacionales.
Entonces el tarifazo es una consecuencia. La causa es el modelo energético y si nosotros no cambiamos la causa, los efectos van a continuar. Si hay algo que cambiar, si hay algo con lo que pelear es con la transformación del modelo energético.
Soberanía popular para la soberanía energética
-Pensando esa transformación, desde distintos ámbitos han surgido conceptos, paradigmas alternativos al modelo, como la idea de soberanía energética, ¿estás de acuerdo con esto como horizonte superador?
Yo creo que lo primero que necesitamos los argentinos es unificarnos y creo que la asignatura pendiente es recuperar la soberanía popular, volver a ser soberanos. Después hay que recuperar la soberanía energética, lo que significa dar vuelta los conceptos que ha venido estableciendo la política liberal en nuestro país y, por lo tanto, tratar a la energía como lo que es: un bien social, un derecho humano, un problema de todos y, en ese contexto, terminar con la dependencia del kirchnerismo. Porque si es una mercancía, solamente la puede obtener el que la paga, y si la obtiene solo el que la paga, no somos usuarios, somos clientes. Y la diferencia es sustancial para mostrar esto, que los servicios tienen que ser servicios públicos.
Por ejemplo la garrafa, que es el gas licuado del petróleo, ¿por qué hay que crear una garrafa a un precio social? Porque la garrafa la cobran a lo que no vale, y están pintadas todas de colores diferentes de acuerdo a la empresa ¿Y eso por qué? Porque el Estado nunca ha declarado a la garrafa como un servicio público. Si lo hubiera declarado un servicio público, la garrafa tendría un precio establecido por el Estado nacional y, por lo tanto nadie, podría cobrar un peso más de lo que se establecería. Pero como el Estado no lo hace, entonces las empresas supuestamente trabajan en un mercado de oferta y demanda, que es mentira. Hay 14 millones de argentinos que están supeditados al gas licuado de petróleo, que deviene de un modelo energético que no ha permitido, ni posibilitado, ni invertido en desarrollar los gasoductos necesarios para hacer llegar gas natural a todos aquellos a los que les hace falta en la Argentina.
-¿Cuál es el rol de las trabajadoras y trabajadores en ese proceso?
Es un rol muy importante y significativo. Yo debería decir acá que el problema de la energía no es un problema para los que supuestamente saben, sino es un problema de todos. Entonces el rol de los trabajadores es altamente significativo, porque si los trabajadores no tienen compresión y conciencia de esta situación, terminan siendo funcionales de los intereses de las empresas. Porque las empresas, como hacen ahora las petroleras, van en la busca de la renta extraordinaria permanentemente. Si no la obtienen, van directamente a apretar a los trabajadores. Dicen: “bueno, si a nosotros no nos dan un mejor precio, estamos obligados a cerrar pozos y resulta necesario suspender gente”. Entonces la gente reacciona rápidamente, dándole la razón a la empresa sin pensar, porque lo que pretende es defender su fuente de trabajo.
Por eso ante el modelo de flexibilización [laboral] de este gobierno que encabeza Macri, y que pretende desarrollar hacia todos los obreros, es muy importante no quedarse en una actitud economicista en el ámbito de movimiento obrero. Es imprescindible y necesario tener una mirada más elevada, porque esto no se resuelve con un aumento salarial o con una apertura de paritarias -siendo importante-, sino que es imprescindible y necesario tener un posicionamiento en términos políticos y gremiales más contundente, más claro.
-¿Cómo podría avanzarse hacia esa soberanía energética?
La primera decisión tendría que ser suspender todo tipo de exportación de petróleo: no tenemos petróleo para abastecer el mercado interno, no tenemos por qué exportar. Si no se puede refinar, deberíamos discutir por qué no se hace la inversión, si recién acabamos de condonar deudas a las eléctricas por 19 mil millones, bueno todo, ese dinero se ve que lo tenemos.
Después, declarar servicio público todo lo que es servicio público y que hoy no está declarado: la transmisión, generación y la distribución de energía. Por haberse declarado solo la generación de interés general, las únicas que se benefician son las empresas termoeléctricas, de las cuales el 60 % está en manos de privadas.
Tercero, una intervención del Estado con poder de decisión para la planeación y ejecución de la política energética que tenga como objetivo resolver el problema del acceso de todos los ciudadanos argentinos a la energía. Esto no significa establecer la gratuidad. En esa línea, comenzar a planificar algo que no se resuelve de un día para otro, es el tema de la diversificación de la matriz energética.
Y luego una integración de carácter regional en función de los intereses y la necesidad de los pueblos, no de los gobiernos, y menos aún de los grupos multinacionales. En términos energéticos esto resulta imprescindible.
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